lunes, 9 de marzo de 2009

Dos centros acogen en la región a menores con trastornos de conducta

Suponen 23 de las 311 plazas de las que dispone el Gobierno de Cantabria y en el caso del ubicado en la Isla de Pedrosa funciona desde 2002

El pasado mes de febrero, un informe del Defensor del Pueblo Enrique Múgica sobre los centros de menores hizo saltar la polémica. Uno de los citados era el que se ubica en la Isla de Pedrosa y que está gestionado por la Fundación Cruz de los Ángeles. Es uno de los dos que existen en Cantabria y que se conocen como Unidades Modelo de Socialización Alta Intensidad. Cuentan con un total de 23 plazas de las 311 de las que tiene el Gobierno de Cantabria para hacer frente a la atención de menores des protegidos.
El centro existente en la Isla de Pedrosa funciona desde 2002 y tiene 10 plazas. El otro, abierto después de 2007 en otra localidad cántabra, cuenta con 13 plazas.
«El informe ha provocado que la sociedad piense que se maltrata a estos menores y no es así. Se trata de chicos y chicas con problemas de conducta que precisan medidas de contención para reeducarse», señala Beatriz Palacio, que es la coordinadora en Cantabria de la Fundación Cruz de los Ángeles, que también gestiona otros centros de menores en la autonomía. «Además -añade- tenemos cámaras de videovigilancia en todos los espacios comunes, es decir, salvo en habitaciones y baño, que no se pueden manipular ya que se controlan desde la sede que esta fundación privada tiene en Oviedo. Con ellas se puede comprobar si hay malos tratos».
Aislamiento
Una de las cuestiones que han sido más polémicas en el Informe del Defensor del Pueblo ha sido la existencia de una habitación de aislamiento. «Se trata de un lugar para la reflexión -explica Palacio- en la que permanecen el menor tiempo posible. Está junto a los educadores y cuenta con ventanas y baño. Lo único es que se les separa de los demás y que se les vigila, para que no se hagan daño, desde un ojo de buey. No tiene nada que ver con rejas o habitaciones pintadas de negro, como se ha dicho en algunos medios».
Está también el tema de la medicación. «No se da a los menores ni una aspirina sin que lo anote el educador. Las medicaciones las prescriben los médicos o los psiquiatras, pero no los educadores. Un médico viene todas las semanas y participa en los talleres», explica la coordinadora.
«Los menores están aquí durante un tiempo para intentar que puedan pasar a centros más abiertos. Mientras están aquí, actuamos con las familias para que se puede producir su vuelta y la adaptación sea lo mejor posible», comenta Javier Dávila, jefe de Servicio de Atención a la Infancia, Adolescencia y Familia del Gobierno de Cantabria. «En este centro contamos con 10 plazas, pero generalmente no están cubiertas todas», apunta.
Vida en común
El centro, que se ubica en el marco de la Isla de Pedrosa, se ubica en una casa de dos plantas. Hay rejas en las ventanas, pero no recuerdan a la cárcel, a pesar de que se cuenta con los servicios de cuatro guardas de seguridad. La plantilla de personal la completan 7 educadores y el coordinador.
Los servicios comunes son el salón, que se utiliza para las reuniones y en el que se pasa la mayor parte del tiempo; el comedor, que a la vez es aula; la cocina, en la que se prepara el desayuno, ya que la comida y cena son de catering; las habitaciones, con dos camas cada una; los baños; la habitación de reflexión, y el local que se utiliza para taller. Está, además, la huerta, en la que se trabaja cuando el tiempo lo permite, y el campo para deportes.
«Los chicos se levantan, hacen deporte (según el tiempo), desayunan, se asean y participan en el programa educativo. Comen y tienen tiempo libre. Las materias que les impartimos son básicamente Lengua, Matemáticas, Sociales y Naturales. Antes de entrar se les hace una prueba de nivel para ver que tipo de conocimientos precisan. Tenemos talleres, de jardinería, salud y orientación laboral», expone Valentín González, que es el coordinador del programa educativo del centro.
«Seguimos el Programa 'Umbrella' que les prepara para una vida independiente. Lo que más se trabaja son las habilidades de comunicación. Estos chicos y chicas no saben relacionarse y se expresan con agresividad. Hay que enseñarles a pedir bien las cosas, a que su vocabulario no esté lleno de tacos. Se insiste en el aseo, en que tengan ordenadas sus cosas», explica Beatriz Palacio.
Los resultados del centro se consideran positivos, ya que en muchos casos se logra que los menores puedan pasar a unidades residenciales abiertas. «El Observatorio de la Infancia nos ha evaluado y esperamos un buen resultado», apunta Palacio.
Durante la visita, los chicos y chicas estaban en sus clases, bastante ajenos a nuestro deambular.

No hay comentarios: