domingo, 8 de marzo de 2009

Rigurosidad en el control y exhaustividad en la elaboración de los informes

Reducir el número de infracciones relacionadas con los explosivos no es una anécdota. A raíz de los atentados del 11-M, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado dieron un paso al frente para evitar otra 'trama asturiana'. Un equipo de inspección de explosivos, formado por una decena de hombres, se dedica específicamente al control de minas y canteras. No en vano, la Guardia Civil de Asturias pasó de realizar 260 inspecciones de explosivos en 2004 a 1.700 en 2005. Un incremento notable que ha crecido a medida que se reducía el número de infracciones.
Cada día, un equipo de inspección puede realizar exámenes en tres o cuatro yacimientos. Su función es controlar todo el proceso de las detonaciones. Así, por ejemplo, los agentes desplazados a una cantera revisan el informe que describe la cantidad de explosivos y detonadores que lleguen en un pedido.
Si todo está en orden, sello y firma para rubricarlo. En el caso de que el equipo de inspección no pueda estar presente, la empresa tiene 48 horas para registrarlo en la Delegación del Gobierno.
El siguiente paso es identificar a cada uno de los artilleros que, a su vez, son controlados por un vigilante de seguridad contratado por la cantera a una empresa privada, que debe estar presente en todo el proceso y firmar el parte final donde se indica el número de cartuchos utilizados.
Existe un control exhaustivo en cada una de las actuaciones que se llevan a cabo antes de apuntarlas en el libro de registro que, por cierto, debe llegar a la Delegación del Gobierno sin un solo borrón. De lo contrario, quedaría invalidado el apunte y el propio responsable de los artilleros tendría que justificarlo.
Finalmente, el equipo de inspección revisa el libro y, tras comprobar que cumple el reglamento, da el visto bueno a la actuación de la empresa.

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