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miércoles, 19 de agosto de 2009
Manipulan un cajero del Casco Viejo de Bilbao para duplicar tarjetas de crédito
Cinco usuarios de bancos denuncian que sus 'visas' han sido copiadas
Personal de Seguridad del BBVA descubrió el pasado fin de semana que un cajero de la sucursal de la calle Ribera, concretamente el que se encuentra justo enfrente de la iglesia de San Antón, en el Casco Viejo bilbaíno, estaba manipulado, según confirmaron ayer fuentes del Departamento de Interior. En concreto, los vigilantes encontraron sobre el teclado «un dispositivo de duplicado de tarjetas de crédito», y avisaron de inmediato a la Ertzaintza. El hallazgo se produjo la noche del pasado sábado, 15 de agosto, en un cajero automático ubicado en plena calle.
Los agentes inspeccionaron las inmediaciones y llegaron a identificar a tres individuos presuntamente implicados en la actividad ilícita, aunque finalmente quedaron en libertad al no encontrarse suficientes indicios de su participación en los hechos, indicó un portavoz del Departamento de Interior.
Los técnicos retiraron el doble teclado, con el que los delincuentes hacían copias de tarjetas, y el dispositivo de extracción de dinero volvió a dar servicio con normalidad. No obstante, la Policía autonómica mantiene la investigación abierta, ya que en las últimas horas se han recibido al menos cinco denuncias por duplicado de tarjetas de crédito, tres de las cuales estarían relacionadas con el cajero del BBVA en la calle La Ribera, señalaron las mismas fuentes.
Lector-grabador
No es la primera vez que se detecta este tipo de delincuencia en Bilbao. En febrero de 2002, cuando empezaba a escucharse hablar de los duplicados de tarjetas, cayó una banda que falsificaba estos documentos bancarios en una gasolinera vizcaína. El grupo, a través de un cómplice -el dependiente de la estación de servicio- utilizaba un lector-grabador de bandas magnéticas del tamaño de un teléfono móvil.
El trabajador lo guardaba en su bolsillo y, cuando entrada en el establecimiento una posible víctima, recogía su tarjeta, la metía en la trastienda y sencillamente hacía una copia. Esta información era transmitida después a un ordenador y volcada sobre otra tarjeta, robada o en desuso. La nueva 'visa' ya estaba preparada para ser empleada impunemente en cualquier pago, que luego recaía sobre el titular original.
La víctima no se percataba de que le habían vaciado la cuenta hasta que un cajero le avisaba de que no disponía de saldo o se encontraba cargos que él nunca había realizado en hoteles o locales de relax.
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