domingo, 23 de agosto de 2009

¡Al ladrón!


En los últimos meses se ha incrementado el número de pequeños hurtos en establecimientos comerciales de Albacete
Comercios albaceteños de diversa índole vienen registrando en los últimos meses un aumento de pequeños robos, generalmente sin violencia, que vienen a aumentar la frecuencia habitual de este tipo de lances. Por teléfonos móviles, productos cosméticos, chocolatinas, o botellas de güisqui, los cacos consiguen burlar las cada vez más sofisticadas medidas de seguridad.
Cámaras de vigilancia, arcos detectores o guardas jurados no achantan a los delincuentes, aunque no siempre se salen con la suya: «Muchas veces se les observa por los monitores de seguridad, y cuando vuelven otro día ya estamos pendientes de ellos para controlar que no hagan nada», comentaba a este periódico Berta Martínez, subdirectora del centro comercial Imaginalia, quien señalaba que «efectivamente, en lo que llevamos de verano se ha notado bastante el aumento del número de robos, y no sólo pequeños hurtos, que hasta en el aparcamiento han robado coches y, sobre todo, motos, aparte de romper retrovisores».
Según la subdirectora de Imaginalia, el mayor números de sustracciones se concentra en la comida de los hipermercados y en los electrodomésticos. Tal vez el tamaño cada vez más pequeño de los objetos electrónicos más cotizados facilite la faena a los chorizos. «En la mayoría de los casos -apuntaba Berta Martínez- los robos se llevan a cabo sin violencia, aprovechando despistes de los empleados de las tiendas».
Cobertura policial
En líneas generales, el personal está satisfecho con la cobertura policial. «Nosotros contamos -indicaba Martínez- con nuestra seguridad privada. Pero además estamos apoyados por la policía Local, y nos sentimos protegidos. Lo que pasa es que son pueden ser infalibles». Se da la circunstancia de que, como tendencia general, los grandes establecimientos denuncian a los ladrones cuando se les coge con las manos en la masa. Sin embargo, las tiendas familiares o comercios modestos no se atreven a declarar, por miedo tal vez a posibles represalias. «No sirve de nada detener a los delincuentes si luego no se va a denunciar el robo, porque entonces no queda más remedio que soltarlos», apostillaba la subdirectora de Imaginalia. En fin, España. El modelo de la picaresca, del culto al pillastre, se afila especialmente en tiempos de crisis. Algunos dirán que la crisis económica es una cosa y la crisis de honradez es otra bien distinta. Sólo cabe vigilar.

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