bilbao. El pasado 22 de octubre un estudiante de la Facultad de Bellas Artes, con las capacidades mentales aparentemente alteradas, se abalanzó en el Guggenheim sobre una obra de Jan Victors con una mini navaja provocando diversos daños de carácter superficial. Previamente había solicitado una entrada en el stand de Amigos del Museo, colectivo al que pertenecía desde hace tiempo, para posteriormente dirigirse a rasgar con su navaja el cuadro Booz recibe la herencia de Elimelec del artista Jan Victors, que formaba parte de la muestra La Edad de Oro de la pintura holandesa y flamenca del St. del Museum.
Afortunadamente, la rápida intervención de una vigilante del Departamento de Seguridad del Museo fue determinante para que la obra sufriera un daño menor y reparable. El cuadro pudo ser reparado en tres semanas por los trabajadores del departamento de conservación y restauración del Museo, por lo que los gastos ascendieron solo a 2.270 euros. Según reveló ayer la diputada de cultura, Josune Ariztondo, el agresor ya ha abonado el coste de la restauración.
Pocas veces los políticos se ponen de acuerdo, pero ayer fue una de esas ocasiones. El suceso no se podía haber evitado. El Guggenheim tiene un nivel alto de seguridad, pero ninguno de los grandes museos del mundo está al abrigo de agresiones a sus obras. Una pequeña travesura de Banksy, el llamado terrorista del arte, puso de manifiesto, por ejemplo, que las fuertes medidas de seguridad de instituciones como el British Museum no pudieron evitar una acción en una de sus salas. En 2005, el conocido graffitero colgó una falsa pintura rupestre de un hombre con un carrito de la compra y los responsables del museo tardaron casi 24 horas en localizarla. Y durante la exposición Dadá en el centro Pompidou, Pierre Pinoncely, un artista excéntrico, la emprendió a martillazos contra el célebre urinario de Marcel Duchamp. Hasta el Guernica, de Picasso, sufrió hace años, cuando aún no había llegado a Madrid, el ataque de un loco.
Los datos son preocupantes. Los museos son escenarios silenciosos en los que el rito de la contemplación no siempre sucede de una forma respetuosa. Un 1 o un 2% de los visitantes que pululan en los museos tocan las obras y un 5% se acerca demasiado.
seguridad Durante la comisión de cultura de las Juntas Generales de Bizkaia se habló de la seguridad del Guggenheim Bilbao, una seguridad que según dejaron bien claro todos los grupos políticos, nadie pone en cuestión. Arturo Aldecoa, portavoz del Partido Popular, preguntó a Ariztondo sobre las medidas de control que se van a adoptar para intentar prevenir "en lo posible" este tipo de casos. Según explicó la responsable de cultura foral, " entre los múltiples procedimientos que el museo Guggenheim Bilbao tiene en vigor, que ascienden a 24, para la gestión de las obras de arte y su exhibición, se encuentra el de un Plan de seguridad para las exposiciones. Dicho Plan detalla las medidas de seguridad a adoptar para la adecuada preservación de cada obra de arte: vigilancia activa mediante guardas de sala -con notificación inmediata de cualquier hecho relevante y su reflejo en un parte escrito diario-, alarmas electrónicas, señalética, etc., en función de criterios diversos como los requerimientos de los prestamistas, los materiales constitutivos y el estado de conservación de las obras, así como el respeto a la integridad estética y visual de las mismas y su ubicación concreta en el plan museográfico de la exposición".
En el caso del ataque ocurrido en el Guggenheim, "el Plan de seguridad preveía que el puesto del vigilante estuviera en un lugar específico, de modo que tuviera a la vista ésta y otras obras de la sala en cuestión. El sistema implantado era el adecuado, ya que la ubicación de la guarda en su puesto y su rápida respuesta e intervención lograron minimizar los daños. Las medidas del Plan de seguridad continuaron durante el resto de la exposición (se clausuró el 23 de enero), complementándose con otras dos consensuadas con el Städel Museum con posterioridad al incidente: la colocación de láminas de metacrilato sobre la pintura dañada y sobre otra obra de gran formato (debido a sus grandes dimensiones, el Städel lo había considerado técnicamente complejo), y la instalación de una alarma electrónica de proximidad en una tercera obra. Estos sucesos sirven para revisar las medidas de seguridad", explicó Ariztondo.
La juntera socialista Janire Galarraga apuntó la posibilidad de que el Guggenheim instalará arcos de seguridad, sugerencia que la diputada aseguró que tomaría en consideración. "Aunque una persona puede dañar una obra tocándola con el dedo y para esto no sirve un arco de seguridad", advertía la diputada de Cultura.
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