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domingo, 31 de mayo de 2009
Los hurtos de alimentos se disparan por la crisis
Robar para comer. Esta es la principal excusa que defienden ahora los nuevos ladrones de supermercados cuando son pillados in fraganti por un vigilante de seguridad. No son cacos de la calle, ni yonquis que revenden el material a bajo precio para comprar una dosis. La crisis económica ha generado otro perfil de ladrones que nada tiene que ver con los tradicionales. Ahora son padres de familia y amas de casa que no llegan a final de mes y están hasta el cuello de deudas. Las grandes superficies de la provincia han confirmado a LA VOZ un repunte de los pequeños hurtos en las galerías comerciales de alimentación.
Los perfumes y la ropa ya no son el mejor reclamo para vulnerar la caja. Al contrario. La crisis aprieta y ahora se esconden entre los bolsos los paquetes de fiambre envasados al vacío y las pequeñas cajas de galletas. La técnica es de lo más rudimentario: debajo de una camisa y pegado al pantalón se pueden sacar cuatro paquetes extrafinos de embutidos. El gerente en Cádiz de la empresa de seguridad Serramar, Jesús Nagore, reconoce que el denominado hurto famélico va a más. «Son personas de unos 40 años los que entran ahora en los supermercados con el propósito de hacer una pequeña compra y, al mismo tiempo, de llenarse el cinturón de otros productos y evitar su pago».
La memoria anual de la asociación de fabricantes y distribuidores (Aecoc) destaca que los comercios de alimentación y bebidas perdieron el año pasado cerca de 1.200 millones de euros a causa de los hurtos, lo que supone aproximadamente el 1% de su facturación. El estudio detalla que el 63% de las pérdidas corresponden a sustracciones por parte de personas ajenas a la empresa, un 10% fueron errores de tipo administrativo y un 26,6% fueron por parte del personal empleado. Portavoces de comercios gaditanos consultados por este periódico admiten que este aumento del pequeño hurto se ha notado a partir de febrero. No obstante, Jesús Nagore, ha querido diferenciar el robo de los profesionales «que actúan en pandilla» y el hurto de los nuevos pobres que ha generado la crisis económica. El portavoz de esta empresa de seguridad, que opera en centros de alimentación en Cádiz, señala al respecto que con «el hurto, al no superar los 300 euros, sólo se practica la identificación del retenido». El vigilante realiza una labor disuasoria y tiene la obligación de llamar a la Policía. Al final, todo acaba en juicio por faltas. Los últimos datos aportados por las organizaciones sociales han calificado la situación en la provincia como crítica. A finales del pasado año, la Asociación Pro Derechos Humanos destacaba que uno de cada diez gaditanos vive por debajo del umbral de la pobreza con unos ingresos de 143 euros al mes. Según los datos, unas 110.000 personas se encuentran en Cádiz en esta situación. No ha sido el único estudio que ha encendido las alarmas. Cáritas, por ejemplo, reconoce que está desbordada y los comedores sociales están llenos.
A nadie sorprende que la situación dramática de algunas familias haya llevado a arramblar con lo que puedan en los supermercado. Desde la empresa de seguridad Prosetecnisa también se confirma el incremento de estos hurtos, de hecho, los servicios jurídicos de la compañía tramitaban el viernes un expediente por un robo en un supermercado de El Puerto. Fuentes de esta empresa destacaron que al margen de los robos en los centros de alimentación, también se ha dado el robo a pequeña escala de cabezas de ganado, «y el único fin es vender para poder comer».
La Confederación Española de Policía acaba de hacer público el dato de que, en los últimos meses, los hurtos de alimentos han crecido un 25% en los supermercados españoles. La conclusión a la que se ha llegado es que el deterioro de la situación económica de las familias lleva a sus miembros a vencer los escrúpulos y a asumir los riesgos que supone el hurto.
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