El robo de una tabla de Sorolla en Valencia revela las carencias de seguridad en los centros de exhibición del ayuntamiento Las cámaras tienen zonas de sombra de hasta el cincuenta por ciento
RAMÓN FERRANDO
VALENCIA Los expertos en seguridad consideran insuficientes las medidas de vigilancia de los pequeños museos de Valencia y advierten de que es necesario que el ayuntamiento invierta más dinero. Todos coinciden en que es relativamente sencillo llevarse una obra de arte como el Sorolla que desapareció de la Casa Museo Benlliure de Valencia. En algunas salas de los museos municipales con cuadros muy valiosos las cámaras dejan sin cubrir la mitad del espacio. Los vigilantes carecen de medios básicos como intercomunicadores para coordinarse. El consistorio se escuda ante las críticas en que el «cien por cien en seguridad no existe».
Las medidas de protección en los museos municipales de Valencia son muy similares. La plantilla está formada por un vigilante que tiene el apoyo de dos o tres subalternos que controlan las salas. Durante las exposiciones temporales, los comisarios contratan vigilancia privada como ocurrió hace dos años en el Museo de la Ciudad durante la muestra del «Toisón de oro». En los recintos del ayuntamiento las órdenes son que el vigilante esté sentado frente a los monitores que graban lo que está ocurriendo en la salas. «Es un gran error. Si hay un intento de robo el subalterno no puede actuar. Lo normal es que el vigilante estuviese dando vueltas y que una persona con una mínima preparación controlara los cuatro monitores», advirtió un ex trabajador del museo que sufrió el robo la semana pasada.
La persona que debía estar vigilando las cámaras no vio el robo. El ayuntamiento alega que la tabla sustraída se encontraba en un ángulo que no captaba la cámara.
El problema es que no es una situación aislada. El concejal socialista Juan Soto lamentó que «el Museo de la Ciudad tiene salas sin ningún tipo de vigilancia a pesar de que exhibe obras de gran valor. Las cámaras de seguridad tienen zonas de sombra de entre el cuarenta y el cincuenta por ciento en algunas salas». El edil de Cultura, Vicente Igual, asegura que «en las zonas que no cubren las cámaras hay seguridad pasiva».
El sistema de alarmas de los museos municipales es similar a los que se instalan en las viviendas. «Debería ser un sistema de alarma por infrarrojos. Los de última generación permiten controlar toda la sala», explicó el ex trabajador del Benlliure. Además, los expertos consideran que cada pieza de arte tendría que tener su propia alarma. «No es tan complicado. Cualquier producto a la venta en unos grandes almacenes tiene sistema antirrobo. Con un arco de seguridad a la salida del museo se podría haber evitado el robo del Sorolla. La seguridad es muy deficiente. Hasta un inexperto podría robar», añadió un especialista.
Felipe Garín, director del Prado en los años noventa, indicó que en «los museos pequeños lo primero que hay que hacer es dificultar el acceso rápido a las obras. Las de pequeño tamaño deben estar sujetas para que se ralentice el posible robo. Si son piezas pequeñas tienen que estar en vitrinas cerradas. No deben encontrarse al alcance del público las obras que pueden ser fácilmente disimuladas entre los pliegues de una chaqueta».
Preocupación
El edil Juan Soto apuntó que los trabajadores de los museos municipales han denunciado que carecen de intercomunicadores. «Es absurdo. Si se produce un robo no pueden coordinarse», lamentó. El concejal mostró su perplejidad por la falta de medidas de seguridad, que considera alarmante, e insistió en no facilitar detalles de las «graves deficiencias» que ha detectado para no dar pistas.
Los trabajadores de los centros dependientes del consistorio están preocupados por un recorte de las medidas de seguridad ya que ha trascendido que la inversión podría caer entre un cuarenta y un sesenta por ciento. Vicente Igual negó que barajen disminuir la inversión en seguridad. Lo que no se espera es un incremento.
VALENCIA Los expertos en seguridad consideran insuficientes las medidas de vigilancia de los pequeños museos de Valencia y advierten de que es necesario que el ayuntamiento invierta más dinero. Todos coinciden en que es relativamente sencillo llevarse una obra de arte como el Sorolla que desapareció de la Casa Museo Benlliure de Valencia. En algunas salas de los museos municipales con cuadros muy valiosos las cámaras dejan sin cubrir la mitad del espacio. Los vigilantes carecen de medios básicos como intercomunicadores para coordinarse. El consistorio se escuda ante las críticas en que el «cien por cien en seguridad no existe».
Las medidas de protección en los museos municipales de Valencia son muy similares. La plantilla está formada por un vigilante que tiene el apoyo de dos o tres subalternos que controlan las salas. Durante las exposiciones temporales, los comisarios contratan vigilancia privada como ocurrió hace dos años en el Museo de la Ciudad durante la muestra del «Toisón de oro». En los recintos del ayuntamiento las órdenes son que el vigilante esté sentado frente a los monitores que graban lo que está ocurriendo en la salas. «Es un gran error. Si hay un intento de robo el subalterno no puede actuar. Lo normal es que el vigilante estuviese dando vueltas y que una persona con una mínima preparación controlara los cuatro monitores», advirtió un ex trabajador del museo que sufrió el robo la semana pasada.
La persona que debía estar vigilando las cámaras no vio el robo. El ayuntamiento alega que la tabla sustraída se encontraba en un ángulo que no captaba la cámara.
El problema es que no es una situación aislada. El concejal socialista Juan Soto lamentó que «el Museo de la Ciudad tiene salas sin ningún tipo de vigilancia a pesar de que exhibe obras de gran valor. Las cámaras de seguridad tienen zonas de sombra de entre el cuarenta y el cincuenta por ciento en algunas salas». El edil de Cultura, Vicente Igual, asegura que «en las zonas que no cubren las cámaras hay seguridad pasiva».
El sistema de alarmas de los museos municipales es similar a los que se instalan en las viviendas. «Debería ser un sistema de alarma por infrarrojos. Los de última generación permiten controlar toda la sala», explicó el ex trabajador del Benlliure. Además, los expertos consideran que cada pieza de arte tendría que tener su propia alarma. «No es tan complicado. Cualquier producto a la venta en unos grandes almacenes tiene sistema antirrobo. Con un arco de seguridad a la salida del museo se podría haber evitado el robo del Sorolla. La seguridad es muy deficiente. Hasta un inexperto podría robar», añadió un especialista.
Felipe Garín, director del Prado en los años noventa, indicó que en «los museos pequeños lo primero que hay que hacer es dificultar el acceso rápido a las obras. Las de pequeño tamaño deben estar sujetas para que se ralentice el posible robo. Si son piezas pequeñas tienen que estar en vitrinas cerradas. No deben encontrarse al alcance del público las obras que pueden ser fácilmente disimuladas entre los pliegues de una chaqueta».
Preocupación
El edil Juan Soto apuntó que los trabajadores de los museos municipales han denunciado que carecen de intercomunicadores. «Es absurdo. Si se produce un robo no pueden coordinarse», lamentó. El concejal mostró su perplejidad por la falta de medidas de seguridad, que considera alarmante, e insistió en no facilitar detalles de las «graves deficiencias» que ha detectado para no dar pistas.
Los trabajadores de los centros dependientes del consistorio están preocupados por un recorte de las medidas de seguridad ya que ha trascendido que la inversión podría caer entre un cuarenta y un sesenta por ciento. Vicente Igual negó que barajen disminuir la inversión en seguridad. Lo que no se espera es un incremento.
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