orduña
No son guardas forestales pero tienen un trabajo similar. Ni fuerzas de seguridad aunque pueden decomisar armas. Algunos incluso les confunden con la Guardia Civil porque se mueven en jeeps y van uniformados, como ordena la ley que les regula. Pero no. Son guardas de seguridad privada pero con la característica de que están especializados y formados para ser vigilantes de propiedades en el ámbito rural. Una profesión con futuro en estos momentos de incertidumbre económica, según reconoce Aritza Arrazuria, el promotor de la primera empresa de este campo constituida en Euskadi. "Es un trabajo duro porque estás todo el día al aire libre, pero por eso mismo compensa y, con las circunstancias actuales, es un trabajo en franca expansión". Y esas circunstancias pasan por que los ámbitos rurales requieren cada día más servicios de seguridad que no cubren las diferentes policías.
El tiempo, caprichoso, es siempre más veleidoso en lugares como Orduña. Amanece la primavera pero el viento sopla gélido en el majestuoso hayedo que cubre las faldas del monte Txarlazo. Aritza, acostumbrado a pasar muchas horas al aire libre, apenas repara en estos pequeños contratiempos y se adentra con su jeep en la pista que cada fin de semana recorren cientos de personas y que acaba en el popular monumento de Nuestra Señora de la Antigua.
Hoy sólo algún peseante solitario salpica el trayecto y se escucha únicamente el traqueteo del jeep y la voz de Aritza, que con sólo 25 años parece tener muy claro el futuro de una empresa a la que se lanzó hace cuatro años. En aquella época y después de varios trabajos esporádicos, se animó a crear una pequeña empresa a la que bautizó con el nombre de Basojagole Lanak. "Había terminado mis estudios de técnico en laboratorio e iba de aquí para allá en varios trabajos y también en el caserío de mis padres, cuando me convencí de que había una sector de mercado que estaba sin cubrir, así que me lancé a crear una empresa de patrulla rural".
Sin duda el factor fundamental para reparar en este nicho de mercado fue que Aritza conoce de primera mano el campo. Es de Costera, un pequeño pueblo de la veintena del municipio alavés de Aiara. En aquellos momentos empezaron a aumentar los robos de maquinaria en explotaciones agrarias de la comarca, lugares que por su dispersión quedaban alejadas de las rutas de vigilancia de la Ertzaintza. Así que decidió embarcarse en un oficio que, pese a que es casi desconocido en Euskadi, lleva años implantado en muchos lugares del Estado español. Como en todos los trabajos relacionados con la seguridad privada, tuvo que pasar varios exámenes para obtener la habilitación del Ministerio del Interior.
Con las dificultades propias de todo nuevo negocio, Aritza empleó mucho tiempo en presentar su proyecto a las administraciones públicas de la comarca. "La demanda existía pero tuvimos que mostrar a la gente que había una manera canalizar el trabajo". Así, creó Basojagole Lanak, cuya plantilla cuenta hoy en día con cuatro guardas. En ocasiones, cuando hay picos de trabajo, la empresa ha tenido que contratar a guardas autónomos. "La verdad es que estamos desbordados de trabajo y vamos a mandar a dos chavales a la academia para que se saquen el título y les podamos incorporar a la plantilla dentro de poco".
Tiros perdidos
Vigilancia contra el furtivismo
Porque el trabajo es mucho y diverso. La empresa que comanda Aritza gestiona y guarda cotos de caza, de pesca y acotados micológicos, hace servicios de protección en la naturaleza, vigila fincas, montes e inmuebles, y captura animales desbocados y heridos. Aunque el germen de su actividad fue la localidad de Aiara, la intrincada geografía del valle del mismo nombre hace que en un mismo día los guardas de Basojagole Lanak estén vigilando un coto de caza en Tertanga, perteneciente a Amurrio (Araba), y una hora más tarde, valorando el destrozo que ha hecho un jabalí en un sembrado en el vecino pueblo de Mendeika, en el término de Orduña.
Es precisamente en la histórica ciudad vizcaina donde se centra uno de los trabajos que monopoliza a Ari- tza en los últimos días. Y es que, generalmente, la vigilancia relacionada con la caza y la seguridad cinegética ocupa la mayor parte de su tiempo. "En Orduña estamos teniendo muchos problemas de furtivismo, que es un fenómeno que no sólo atañe la fauna, sino que se puede convertir en un problema de seguridad ciudadana, porque no se sabe dónde puede acabar un tiro perdido". Por ese motivo, los guardas de la empresa de Aritza habitúan a hacer controles en las pistas forestales en las que se han detectado furtivos. "Los guardas particulares del campo, que es así como nos llamamos oficialmente, nos vamos integrando cada vez más y lo cierto es que la gente nos hace más caso y no tenemos problemas a la hora de verificar el interior de los vehículos sospechosos".
El jeep, que lleva varias indicativos de su condición de patrulla rural, continúa rodando por la pista forestal hasta llegar a un paraje apropiado para instalar un "punto de verificación". Aritza echa el alto a un vehículo y pide al conductor que se identifique. Todo va bien, no parece sospechoso y le deja continuar su camino. El problema puede presentarse si se topa con un furtivo. "La verdad es que es bastante fácil dar con ellos porque suelen llevar los rifles cargados y listos para disparar, en el asiento del copiloto o en el de atrás". Al detectar esas infracciones los guardas privados están habilitados para tomar medidas, aunque son diferentes si se hallan en terreno de Bizkaia o Araba. "Si les pillamos en zona alavesa, redactamos un parte de decomiso y nos quedamos con el arma y la pieza abatida. El rifle lo llevamos a la Guardia Civil y el corzo o el jabalí, a una institución pública, normalmente a las monjas de la Compañía de María, en Orduña. Aunque, generalmente, no suelen querer la caza", explica, risueño, Aritza. Cuando detectan la infracción en terreno vizcaino la legislación del territorio les impide hacer decomisos, así que avisan a la Ertzaintza.
Problemas de seguridad
Robos con intimidación
Precisamente, en la afición a la caza que existe en toda esta zona, privilegiada por su diversidad cinegética, reside la maldición de los furtivos. "En Orduña tenemos varios grupos de cazadores ilegales, muy conocidos y que siempre son los mismos. Tienen dos perfiles: unos son chavales con poca cabeza, de entre 18 y 30 años, que creen que pueden ir con el rifle por ahí sin preocuparse por las vedas y los permisos. Los otros son los reincidentes, gente mayor, que caza por afición". Aunque es un área con presencia de lobo, no ha habido en los últimos años problemas como los detectados en Karrantza. Es precisamente su especialización en vigilancia de cotos lo que ha llevado a esta pequeña empresa a guardar zonas de caza controlada en otras localidades cercanas de Bizkaia, como Orozko, Zeanuri y Zeberio.
Los clientes más habituales de la empresa de Aritza son los ayuntamientos, las diputaciones y las sociedades de caza. "Muchos pueblos pequeños tienen problemas de seguridad pero, al no tener apenas presupuesto, no nos pueden contratar". Pero sí lo pueden hacer particulares, siempre dentro de su cometido como vigilantes en el medio rural. "A veces nos han contratado para custodiar una maquinaria agrícola muy cara que se quedaba de noche a la intemperie o materiales de obras, pero no es lo más habitual". Hasta el momento, porque este joven emprendedor cree que las cosas están cambiando. "Aquí también hemos detectado más sustracciones de animales y, sobre todo, de robos con intimidación en caseríos y casas aisladas, lo que produce mucho más miedo. Nos han consultado muchas veces, pero hay poca gente que se pueda permitir el lujo de contratar seguridad privada". Por el momento este aspecto del negocio es más anecdótico, aunque resalta que su empresa está vigilando unos terrenos agrícolas en Gasteiz para impedir que unos vecinos entren o incluso labren lo que no es suyo. "Problema de lindes", explica.
Las ideas bullen en la cabeza de Aritza. Pronto estará habilitada su página web, www.patrullarural.com. El joven guarda detiene el jeep al cruzarse con un vehículo de los bomberos voluntarios de Orduña. "Esta gente sí que tiene mérito, está al pie del cañón cuando hay incendios, pero también hacen labores de limpieza de los bosques en otras temporadas del año". Precisamente la vigilancia y prevención de los incendios es otra de la líneas de trabajo que se propone iniciar. "Siempre estamos en el monte y, en lugares como este -dice, señalando un mirador natural desde el que se controla todo Orduña y buena parte del Valle de Aiara-, podemos observar lo que ocurre en muchas hectáreas a la redonda". Visión de futuro no le falta a Aritza.
No son guardas forestales pero tienen un trabajo similar. Ni fuerzas de seguridad aunque pueden decomisar armas. Algunos incluso les confunden con la Guardia Civil porque se mueven en jeeps y van uniformados, como ordena la ley que les regula. Pero no. Son guardas de seguridad privada pero con la característica de que están especializados y formados para ser vigilantes de propiedades en el ámbito rural. Una profesión con futuro en estos momentos de incertidumbre económica, según reconoce Aritza Arrazuria, el promotor de la primera empresa de este campo constituida en Euskadi. "Es un trabajo duro porque estás todo el día al aire libre, pero por eso mismo compensa y, con las circunstancias actuales, es un trabajo en franca expansión". Y esas circunstancias pasan por que los ámbitos rurales requieren cada día más servicios de seguridad que no cubren las diferentes policías.
El tiempo, caprichoso, es siempre más veleidoso en lugares como Orduña. Amanece la primavera pero el viento sopla gélido en el majestuoso hayedo que cubre las faldas del monte Txarlazo. Aritza, acostumbrado a pasar muchas horas al aire libre, apenas repara en estos pequeños contratiempos y se adentra con su jeep en la pista que cada fin de semana recorren cientos de personas y que acaba en el popular monumento de Nuestra Señora de la Antigua.
Hoy sólo algún peseante solitario salpica el trayecto y se escucha únicamente el traqueteo del jeep y la voz de Aritza, que con sólo 25 años parece tener muy claro el futuro de una empresa a la que se lanzó hace cuatro años. En aquella época y después de varios trabajos esporádicos, se animó a crear una pequeña empresa a la que bautizó con el nombre de Basojagole Lanak. "Había terminado mis estudios de técnico en laboratorio e iba de aquí para allá en varios trabajos y también en el caserío de mis padres, cuando me convencí de que había una sector de mercado que estaba sin cubrir, así que me lancé a crear una empresa de patrulla rural".
Sin duda el factor fundamental para reparar en este nicho de mercado fue que Aritza conoce de primera mano el campo. Es de Costera, un pequeño pueblo de la veintena del municipio alavés de Aiara. En aquellos momentos empezaron a aumentar los robos de maquinaria en explotaciones agrarias de la comarca, lugares que por su dispersión quedaban alejadas de las rutas de vigilancia de la Ertzaintza. Así que decidió embarcarse en un oficio que, pese a que es casi desconocido en Euskadi, lleva años implantado en muchos lugares del Estado español. Como en todos los trabajos relacionados con la seguridad privada, tuvo que pasar varios exámenes para obtener la habilitación del Ministerio del Interior.
Con las dificultades propias de todo nuevo negocio, Aritza empleó mucho tiempo en presentar su proyecto a las administraciones públicas de la comarca. "La demanda existía pero tuvimos que mostrar a la gente que había una manera canalizar el trabajo". Así, creó Basojagole Lanak, cuya plantilla cuenta hoy en día con cuatro guardas. En ocasiones, cuando hay picos de trabajo, la empresa ha tenido que contratar a guardas autónomos. "La verdad es que estamos desbordados de trabajo y vamos a mandar a dos chavales a la academia para que se saquen el título y les podamos incorporar a la plantilla dentro de poco".
Tiros perdidos
Vigilancia contra el furtivismo
Porque el trabajo es mucho y diverso. La empresa que comanda Aritza gestiona y guarda cotos de caza, de pesca y acotados micológicos, hace servicios de protección en la naturaleza, vigila fincas, montes e inmuebles, y captura animales desbocados y heridos. Aunque el germen de su actividad fue la localidad de Aiara, la intrincada geografía del valle del mismo nombre hace que en un mismo día los guardas de Basojagole Lanak estén vigilando un coto de caza en Tertanga, perteneciente a Amurrio (Araba), y una hora más tarde, valorando el destrozo que ha hecho un jabalí en un sembrado en el vecino pueblo de Mendeika, en el término de Orduña.
Es precisamente en la histórica ciudad vizcaina donde se centra uno de los trabajos que monopoliza a Ari- tza en los últimos días. Y es que, generalmente, la vigilancia relacionada con la caza y la seguridad cinegética ocupa la mayor parte de su tiempo. "En Orduña estamos teniendo muchos problemas de furtivismo, que es un fenómeno que no sólo atañe la fauna, sino que se puede convertir en un problema de seguridad ciudadana, porque no se sabe dónde puede acabar un tiro perdido". Por ese motivo, los guardas de la empresa de Aritza habitúan a hacer controles en las pistas forestales en las que se han detectado furtivos. "Los guardas particulares del campo, que es así como nos llamamos oficialmente, nos vamos integrando cada vez más y lo cierto es que la gente nos hace más caso y no tenemos problemas a la hora de verificar el interior de los vehículos sospechosos".
El jeep, que lleva varias indicativos de su condición de patrulla rural, continúa rodando por la pista forestal hasta llegar a un paraje apropiado para instalar un "punto de verificación". Aritza echa el alto a un vehículo y pide al conductor que se identifique. Todo va bien, no parece sospechoso y le deja continuar su camino. El problema puede presentarse si se topa con un furtivo. "La verdad es que es bastante fácil dar con ellos porque suelen llevar los rifles cargados y listos para disparar, en el asiento del copiloto o en el de atrás". Al detectar esas infracciones los guardas privados están habilitados para tomar medidas, aunque son diferentes si se hallan en terreno de Bizkaia o Araba. "Si les pillamos en zona alavesa, redactamos un parte de decomiso y nos quedamos con el arma y la pieza abatida. El rifle lo llevamos a la Guardia Civil y el corzo o el jabalí, a una institución pública, normalmente a las monjas de la Compañía de María, en Orduña. Aunque, generalmente, no suelen querer la caza", explica, risueño, Aritza. Cuando detectan la infracción en terreno vizcaino la legislación del territorio les impide hacer decomisos, así que avisan a la Ertzaintza.
Problemas de seguridad
Robos con intimidación
Precisamente, en la afición a la caza que existe en toda esta zona, privilegiada por su diversidad cinegética, reside la maldición de los furtivos. "En Orduña tenemos varios grupos de cazadores ilegales, muy conocidos y que siempre son los mismos. Tienen dos perfiles: unos son chavales con poca cabeza, de entre 18 y 30 años, que creen que pueden ir con el rifle por ahí sin preocuparse por las vedas y los permisos. Los otros son los reincidentes, gente mayor, que caza por afición". Aunque es un área con presencia de lobo, no ha habido en los últimos años problemas como los detectados en Karrantza. Es precisamente su especialización en vigilancia de cotos lo que ha llevado a esta pequeña empresa a guardar zonas de caza controlada en otras localidades cercanas de Bizkaia, como Orozko, Zeanuri y Zeberio.
Los clientes más habituales de la empresa de Aritza son los ayuntamientos, las diputaciones y las sociedades de caza. "Muchos pueblos pequeños tienen problemas de seguridad pero, al no tener apenas presupuesto, no nos pueden contratar". Pero sí lo pueden hacer particulares, siempre dentro de su cometido como vigilantes en el medio rural. "A veces nos han contratado para custodiar una maquinaria agrícola muy cara que se quedaba de noche a la intemperie o materiales de obras, pero no es lo más habitual". Hasta el momento, porque este joven emprendedor cree que las cosas están cambiando. "Aquí también hemos detectado más sustracciones de animales y, sobre todo, de robos con intimidación en caseríos y casas aisladas, lo que produce mucho más miedo. Nos han consultado muchas veces, pero hay poca gente que se pueda permitir el lujo de contratar seguridad privada". Por el momento este aspecto del negocio es más anecdótico, aunque resalta que su empresa está vigilando unos terrenos agrícolas en Gasteiz para impedir que unos vecinos entren o incluso labren lo que no es suyo. "Problema de lindes", explica.
Las ideas bullen en la cabeza de Aritza. Pronto estará habilitada su página web, www.patrullarural.com. El joven guarda detiene el jeep al cruzarse con un vehículo de los bomberos voluntarios de Orduña. "Esta gente sí que tiene mérito, está al pie del cañón cuando hay incendios, pero también hacen labores de limpieza de los bosques en otras temporadas del año". Precisamente la vigilancia y prevención de los incendios es otra de la líneas de trabajo que se propone iniciar. "Siempre estamos en el monte y, en lugares como este -dice, señalando un mirador natural desde el que se controla todo Orduña y buena parte del Valle de Aiara-, podemos observar lo que ocurre en muchas hectáreas a la redonda". Visión de futuro no le falta a Aritza.
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