viernes, 16 de abril de 2010

«Lo peor es no ver a mi hija que vive en Sofía»

Hace diez años me divorcié y eso supuso una crisis personal que resolví cambiando de aires». Svetoslav Ivanov aprovechó que su hermano y su cuñada se trasladaban a Valencia (donde ya vivía otro familiar) para buscar otro estilo de vida, pese a la estabilidad que le daba ser policía en Bulgaria, algo lógico a la vista de su complexión y su 1,90 de estatura. «Mi primer trabajo en Valencia fue recoger naranjas, pero puedo decir que he hecho miles de cosas, desde reformas en pisos a repartidor de pizzas pasando por conductor de camiones. Aunque estos últimos años me centré en mi campo profesional y he sido vigilante de discoteca y trabajado en el aeropuerto de Manises para Spanair. Ahora me he sacado el título de vigilante de seguridad y espero volver a encontrar trabajo en este campo, porque ahora mismo estoy en el paro».
Svetoslav admite que cuando peor lo ha pasado fue trabajando como portero de discoteca. «Nunca viví altercados graves, porque yo creo que estamos ahí para resolver problemas, no para crearlos. Pero es desagradable soportar los insultos de alguien a quien le niegas el paso porque está borracho».
Su integración en Valencia le ha resultado muy cómoda. «No me costó aprender español porque los primeros pisos que compartí, en el barrio de Benimaclet, lo hice con españoles y argentinos y tuve la oportunidad de practicar el idioma. Yo nunca quise quedarme en un gueto, como hacen algunos de mis compatriotas, a mí me gusta relacionarme con la gente. Y además encontré que los valencianos no son cerrados para nada, al contrario. Por eso hace un par de años me apunté a un grupo de senderismo, porque me gusta la naturaleza y compartir esa afición con los demás». Tampoco tuvo problemas para regularizase: «Sólo fui ilegal el primer año, mientras hacía todos los trámites, así que desde hace nueve soy uno más. Lo que peor llevo es vivir separado de mi hija, que tienen 12 años. Ella está con su madre, en Sofía, y voy a verla al menos una vez al año, en vacaciones. Mi hija ha venido en un par de ocasiones y se maravillaba con todo lo que veía. Le hace mucha ilusión saber que tiene una casa en Valencia».
Pese a estar ahora desempleado, Svetoslav no pierde el optimismo. «Es evidente que la crisis afecta de forma más directa a los más débiles. Pero siempre hay alternativas. De hecho, yo estoy pendiente de habilitarme como escolta privado y si hiciera falta me iría al País Vasco, donde necesitan más escoltas. Siempre he encontrado las puertas abiertas y nunca me he sentido excluido. Si alguna vez alguien se ha metido conmigo por ser extranjero ha sido en la discoteca, pero yo comprendo que la gente con unas copas de más dice cosas que no hay que tener en cuenta» .
«Mi idea es quedarme aquí, por eso me compré un piso hace tres años, que es una inversión a largo plazo. Y espero poder seguir pagándolo. Además, ahora me resultaría difícil regresar a Bulgaria. Y claro que soy optimista, porque un pesimista no toma la decisión que yo tomé hace diez años, no se anima a venir a otro país sin tener nada seguro. Pero ya dicen que el que no arriesga no gana».

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