
Decenas de personas 'sin techo' pernoctan desde el pasado invierno en el albergue de la calle Moctezuma
El invierno pasado pernoctaron en el entonces recién creado 'Hogar de Emaús', sito en lo que fuera salón de actos y gimnasio del desaparecido colegio de las Divinas Pastoras, más de un centenar de personas: 90 hombres y 21 mujeres. Y desde el pasado 18 de diciembre en que reabrió sus puertas hasta el 18 de enero van contabilizados otros 35 hombres y 8 mujeres. La mayoría tiene en común la pobreza, el desarraigo familiar y la soledad a la que han llegado por distintas causas: drogas, alcoholismo, enfermedad mental... Otros, los menos, son inmigrantes que acaban de llegar en búsqueda de un trabajo y no tienen dinero para pagarse una pensión. Se les permite pernoctar dos noches y se les deriva al recurso más conveniente.
Esta situación de indigencia es un problema que inquietaba desde hace mucho tiempo a Cáritas y a la Cocina Económica, porque aunque existe un albergue municipal en Candina, no todos los marginados, transeúntes o fijos, aceptan las normas que se exigen en ese centro para dormir al menos tres noches seguidas.
Cáritas y la Cocina Económica eran conscientes también de que para meter bajo techado a algunos de los vagabundos que pululan por la calle había que abrir las puertas asimismo a sus animales de compañía, unas mascotas que no cambiarían por nada ni por nadie.
Por ello se optó por poner a disposición de los que se refugian para dormir en bancos de jardines públicos, cajeros de entidades financieras y soportales unas dependencias donde además de aceptarlos con sus animales de compañía sin preguntar nada, pueda ser el cauce o el instrumento para el camino de la recuperación personal.
Las instalaciones del 'Hogar de Emaús' constan de un dormitorio único con capacidad para 20 hamacas. Una pequeña mampara separa los dos sexos, sin que hasta la fecha se haya presentado ningún problema. Hay también unos servicios higiénicos de emergencia para ciertos casos, por ejemplo cuando llega alguien muy mojado o desaseado. Lo normal es que los usuarios se duchen y aseen en la Cocina Económica y cenen en el Albergue.
Para llevar a efecto el proyecto de 'calor y descanso', como Caritas lo autodenomina, se cuenta con dos trabajadores sociales, un educador-coordinador y 17 voluntarios. Un vigilante de seguridad garantiza por la noche la seguridad de todos,
«Algunos vienen muy cansados de estar en la calle desde las nueve de la mañana y se acuestan nada más llegar. Otros se quedan hablando con nosotros hasta las once de la noche en que se hace silencio mientras toman un vaso de leche caliente con cacao, galletas, sobaos o una infusión», explica Rebeca lavín, la trabajadora social que atiende el lugar. «Es el momento en el que se produce el acercamiento del educador a la persona que plantea sus demandas que luego se derivan al trabajador social para dar respuesta a sus necesidades», «A algunos los tuvimos de clientes hasta final de mayo, que es cuando cerramos», recuerda la psicóloga Loreto Novoa, que recalca que «todas las mujeres que pernoctaron en el centro pidieron ayuda y todas accedieron o bien a un recurso más adecuado a sus necesidades o bien al entorno familiar».
Todas los usuarios respetaron las normas y no hubo incidentes. Allí está prohibido el alcohol y las drogas. Pero en lugar de un banco hay una hamaca y en vez de un cartón una sabana desechable y una buena calefacción.
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