Si navegar en el Índico siempre fue difícil, ahora, con la amenaza de los secuestradores, la tensión va en aumento«Están en todas partes». «No hay sitio seguro». «Atacan a todo lo que se mueve», se lamentan los marineros«De día hay mucha tensión; de noche, también; estaría encantado de pasar para el Pacífico»
El Índico está plagado de piratas. Y también de gallegos. En torno a dos centenares y medio de oriundos de las comarcas de Val Miñor, Barbanza, O Morrazo y, en menor medida, de A Mariña y la Costa da Morte, persiguen al atún más allá de las 200 millas de las aguas jurisdiccionales de Somalia.
Al igual que en los 33 atuneros de pabellón o de capital español, a bordo del Erroxape hay gallegos. Seis o siete. Desde el puente, uno que prefiere no identificarse -«bastante hago con atenderte»-, confiesa que no ha dormido mucho la noche pasada, «ruido que oía, ruido que me desvelaba». Se encuentra justo en el ecuador de su campaña, lleva dos meses en el barco y tiene otros dos por delante, pero está «deseando que acabe», pues ahora, con la calma tropical, las tentativas de ataque son casi diarias y nadie está a salvo. Los piratas «están en todas partes» y, además, «ahora atacan a todo lo que se mueve».
Y tanto. Que se lo digan si no a los militares de la fragata holandesa Tromp , que el miércoles pasado tuvieron que repeler a tiros el intento de asalto de dos esquifes que salieron de una embarcación nodriza.
El mando del Erraxope dice que la cosa está «mal, muy mal» y que «esto tiene que romper por alguna parte; no sé de qué manera, pero pronto va a ocurrir una desgracia porque atacan a todo lo que se mueve». ¿Un secuestro? «Puede». ¿Una muerte? «Las armas las carga el diablo y puede pasar cualquier cosa», dice en tono críptico.
Dificultades
Trabajar con angustia es cualquier cosa menos trabajar. Embarcar mercenarios y agentes de seguridad ha rebajado la tensión, pero la tranquilidad completa, de tres años a esta parte, es imposible. Porque frustrar un ataque no es tan fácil como podría parecer. «Algunos barcos van con solo uno o dos agentes de seguridad y no es lo mismo que te persiga un esquife que que lo hagan tres; que te acosen cuando estás con la red largada o cuando vas en navegación libre». El riesgo siempre está ahí.
«No es por criticar, pero es incomprensible que puedan llegar tan lejos y cómo puede haber tantos». El océano, ahora llano como un plato, está infestado. «Din que hai pobos enteiros no mar á caza dalgunha presa», asegura Julio García, capitán del Albacora IV y uno de los tres gallegos que hay en una tripulación de 26 personas. Este vigués, que en el año 2000 pasó tres días en manos de los piratas, no ha vuelto a sufrir un ataque desde el 2006, cuando el atunero que manda sufrió una persecución de la que consiguió huir. Ahora agradece estar pescando «un pouco separados» de la zona caliente, que sitúa en la salida del canal de Mozambique. Ahora bien, no hay lugar seguro. Además, el atún hay que buscarlo. Es una especie altamente migratoria y hay que perseguirlo. «Non é un peixe que esté quieto, como o do arrastre, hay que navegar por aí, e ir detrás del». Y ahora también son altamente migratorios los piratas, que han extendido su radio de acción hasta meridianos y paralelos hasta hace poco impensables: «Atrévense a todo; chegan ata o cantil das Seychelles».
El único consuelo que tienen los tripulantes de los atuneros españoles es que están comprobando que la intimidación que supone llevar a bordo agentes de seguridad surte efecto: «Con disparar un pouco, os piratas acaban abandonando», dice Julio García.
Esperando el relevo
Desde que llevan a bordo profesionales de las armas, Marcos Nine, de Boiro, duerme algo más tranquilo en el atunero. Tres vigilantes de seguridad y marineros de guardia se rotan para vigilar que no se acerquen los piratas somalíes al barco, en el que hay otros seis gallegos.? En el Campolibre Alai , hasta ahora no han tenido que activar nunca el protocolo de emergencia y, además, se encuentran a «uno o dos días de navegación» de la zona en la que se han producido los ataques en masa, «en el canal de Mozambique».
Pero aún así, viendo los toros desde la barrera, Nine no ve la hora de cambiar la visión del Índico en calma por la tranquilidad que el Atlántico demuestra al llegar a la playa de Barraña, que contempla desde la terraza de su bar preferido. No podrá hacerlo hasta mediados de abril, cuando llegará el relevo de media tripulación. Pasará cuatro meses en tierra y lo malo es que, al regresar, ya habrá pasado el monzón y de nuevo estarán en una de las temidas calmas tropicales.
Porque no es como sostiene la ministra Carmen Chacón, «que los monzones favorecen los secuestros», sino todo lo contrario, esos vientos cargados de lluvia y mal tiempo limpian de plagas el Índico. «Esperemos que [Chacón] lleve otras políticas mejor que la meteorología, porque no sabe ni lo que es el monzón, ni en qué fechas llega», reprocha Miguel Ángel, el patrón del Demiku , de Lequeitio, y compañero de varios gallegos, entre ellos el maquinista. Si ya era difícil faenar en el Índico, ahora con los piratas es peor. «Ya me había acostumbrado a todo, pero a los piratas no se acostumbra uno nunca. Ni yo ni nadie».
La suerte de estar a salvo
Por suerte o por desgracia, «porque sin pescar tampoco se gana», la tripulación del Demiku se ve a salvo porque la calma tropical los ha sorprendido en puerto, justo cuando «tocaba» realizar la reparación que cada dos años tienen que hacer los atuneros.? A salvo también se ve ya Ángel Blach, primo del patrón de Baiona que permaneció durante 47 días en manos de los piratas. El viernes, la tripulación del Alakrana estaba ya en el puerto Diego Suárez, en Madagascar, para descargar las capturas de la marea. El próximo lunes, cuando llegue el relevo, emprenderá el regreso a casa, a Baiona, «a desconectar». Va a estar cuatro meses relajado y luego vendrá otra campaña más: «E na próxima, Dios dirá», comenta resignado. Y es que Blach, como Miguel Ángel el de Lequeitio, sostiene que «si antes ya se hacía duro estar cuatro meses en el Índico, ahora, con estos problemas, aún más. De día hay mucha tensión, de noche, también».
¿Cambiarían de océano? «Encantado de la vida. Si el armador pasara el barco para el Atlántico o el Pacífico estaríamos todos contentos», dice Ángel Blach. Pero es consciente de que eso es casi imposible: «Sacar los barcos de aquí para otro lado no es tan fácil». Así que sospechan que tendrán que seguir aguantando la plaga del Índico que tanto está costando atajar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario