David Álvarez, dueño del grupo de limpieza y seguridad, siempre ha cerrado la puerta a todos los bancos de inversión que le ofrecían saltar al parqué. Pero las diferencias entre sus hijos le han forzado a tomar esta decisión, que marcará, y mucho, el estreno de Eulen en el mercado de valores.
Que todo depende del color del cristal con que se mire lo demuestra el anuncio, realizado ayer a bombo y platillo a través de un diario económico, de que Eulen saldrá a bolsa. Una buenísima noticia porque el mercado de valores recibirá a una extraordinaria empresa con unas ventas de más de 1.300 millones de euros y 90.000 empleados. Y no tan buena porque la oferta pública de venta (OPV) no se pone encima de la mesa precisamente por vocación.
De lo que se trata es de apagar un fuego. Nunca ha tenido el grupo que preside David Álvarez el más mínimo interés en dar el salto al parqué. Siempre ha dicho no a los cantos de sirena que ha recibido de los grandes bancos de inversión nacionales e internacionales, que saben que Eulen es una de las pocas grandes operaciones que hoy ofrece el sector industrial español.
Ahora resulta que sí, que el grupo de limpieza y seguridad –entre otras actividades- sale a bolsa. Hace sólo cinco meses, en una entrevista realizada por quien suscribe estas líneas al director general del grupo, Jorge Adeva, éste descartaba por completo el saldo a los mercados. "Preferimos tener recursos propios que ir a los mercados a financiarnos con una venta de acciones, por ejemplo. Aquí el estilo de gestión se debe hacer desde un punto de vista monolítico, y eso sólo lo garantiza la actual estructura de capital", aseguraba. Más claro, el agua.
Sólo que, a su 82 años, a David Álvarez cinco de sus siete hijos le han dejado en la estacada. O, lo que es lo mismo, la empresa en cuyo consejo sólo existe el apellido Álvarez se ha convertido en ingobernable. La única solución es dar a cada cual lo que es suyo, y aquí paz y después gloria. Cosas de las empresas familiares que se agravan cuando los herederos creen que ha llegado el momento de compartir la fortuna acumulada.
Ni que decir tiene que la empresa necesita un lavado de cara espectacular, uno de esos lifting que hagan dudar al vecino de que somos el mismo que cada mañana saluda en el ascenso. Toca remozar el consejo de administración, profesionalizar las estructuras de arriba abajo, hacer un ejercicio de trasparencia sin precedentes en la compañía y desnudarse públicamente frente a abogados, auditores y bancos de inversión. Otra cosa será la valoración. Palabras mayores en un consejo totalmente enfrentado.
Todas las partes tendrán que hilar muy fino para el precio sea adecuado y atractivo para el mercado. Para eso hará falta una buena dosis de buena voluntad en un imperio regentado hasta hoy por un patriarca con mano de hierro al que de la noche a la mañana le ha estallado en las manos la crisis menos deseable posible.
Seguro que a estas hora hay bofetones entre los bancos de inversión por quedarse con la que, no lo duden, sería la salida a bolsa del año, con permiso de Amadeus. Porque Eulen es española, porque su marca goza de un gran reconocimiento, porque está entre las 20 primeras del país por facturación, y porque, sin ir mas lejos, es la empresa que da empleo a dos de cada mil españoles.
Suena muy bonito. Ahora sólo falta que David Álvarez y sus afines se lo crean. Es decir, que contemplen la salida a bolsa como un fin, y no sólo un medio para firmar el divorcio entre dos partes.
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