Hace bastantes años, el 21 de enero de 2003, se publicaba en este Portal de los Profesionales de la seguridad, un artículo de este autor sobre el “Vigilante de Seguridad".
Hablar en la Era del Conocimiento, en donde la información envejece y queda obsoleta por días, de hace siete años, es como mentar la prehistoria, pero veo con orgullo, placer y satisfacción, que aquella columna sigue hoy leyéndose, recibiendo de cuando en cuando el agradecimiento de algún vigilante, por lo que se decía.
No hace muchos días, me encontraba tomando café con un directivo de una de las más importantes empresas de seguridad españolas, sino la más, indicándome apesadumbrado que muchas empresas estaban “tirando” los precios y que ellos querían dar “calidad” a quien los contratara.
Ayer, al salir de tomar café, entraba un legionario, un soldado de la Legión, para entendernos, y me dio pena el ver su atuendo: sin gorro, con el traje de campaña desaseado y las botas sucias, alejado de la marcialidad que caracteriza a este Cuerpo. Evidentemente no pertenecía a una unidad armada, cuyos mandos hubieran impedido su salida del lugar de trabajo en esas condiciones, sino que pertenecía a un “banderín de enganche” de una Subdelegación de Defensa.
Se pensará al leer esta columna ¿qué tiene que ver el vigilante de seguridad con un soldado?, pues bien, creo que mucha, en lo que debe entenderse por “apariencia”.
Cuando un ciudadano observa a uno de sus soldados, vestidos de pulcro uniforme, con su arma reluciente, aunque sea para acompañar al camarada caído en el cumplimiento de su deber. Cuando se le ve desfilar marciales, en la Semana Santa. Cuando se observa el protocolo estricto en el relevo de una guardia, se piensa inmediatamente que con soldados como aquellos estamos bien defendidos.
Lo mismo ocurre con el vigilante de seguridad. Cuando se les ve a la entrada de un establecimiento, con los pantalones planchados, la chaqueta sin arrugas, los zapatos limpios, la cara afeitada, su arma o defensa al cinto y observando con minuciosidad todo lo que entra o sale. Cuando comprobamos que el visitante es tratado con amabilidad, pero con firmeza, haciéndole ver cuáles son sus derechos y obligaciones, se piensa inmediatamente que aquel edificio se encuentra perfectamente protegido, y que dentro no se realizan actividades nimias sino importantes.
Ortega y Gasset, nuestro ilustre pensador, desgraciadamente olvidado, decía que “Lo importante es que el pueblo advierta que el grado de perfección de su ejército mide con pasmosa exactitud los quilates de la moralidad y vitalidad nacionales”, pues bien un “Vigilante de Seguridad”, mide la confianza que se puede tener sobre esa empresa que protege, derrumbándose la apreciación cuando le aparece al visitante un “profesional” (por decir algo), mal vestido y cuya defensa es enfrentarse verbalmente con las personas a las que deben proteger con su única presencia. Miro con horror cuando el arco detector “pita”, en cuyo momento varios improperios caen sobre el infortunado.
Cuando lea estas línea, mi joven directivo de la empresa de seguridad, espero que te haga reflexionar que no lo estáis haciendo mal, que vosotros lleváis la razón y sois la esencia de lo que debe ser una empresa de seguridad. Desgraciadamente hay demasiada “piratería” en nuestra profesión.
Con el mayor afecto de un veterano de la seguridad como yo.
Suplemento Temático: Los nuevos retos del Director de Seguridad
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