domingo, 5 de julio de 2009

La cita concluye sin incidentes y con una buena organización


Al margen del respaldo popular que haya podido recibir, de las miles de personas que lo hayan disfrutado, el Festival del Oeste se clausuró ayer con la sensación extendida de que ha estado bien organizado.
La cita concluyó sin incidentes relevantes, después de tres días en los que la música fue la protagonista. «No ha habido ninguna incidencia, la gente se ha portado bien, todo se ha desarrollado con serenidad», resumía ayer Ismael Abad, el director, satisfecho con la respuesta del público. «Para ser el primer año, ha estado bien, lo que preveíamos, menos gente nos hubiera dejado insatisfechos», reflexionaba el responsable.
Ambiente campista
Una parte importante del mérito de la tranquilidad con la que ha transcurrido el festival corresponde a las precauciones tomadas en materia de seguridad. En estos días ha habido en el ferial Policía Local, Policía Nacional (incluidos los de la unidad de intervención procedentes de Sevilla), Cruz Roja y DYA. Además, un dispositivo privado bastante evidente, con vigilantes en todos los accesos y cerca de todas las zonas de reunión.
Entre ellas estaba el área de acampada, con dos partes bien diferenciadas: la de sombra, donde colocó su tienda todo el que llegó a tiempo, y la de sol, con bastantes huecos libres. La primera estaba prácticamente completa, y ayer tarde reinaba en ella un ambiente típico de este tipo de concentraciones, que en ciertos rasgos recuerda a cualquier cámping en verano. Sillas de tijera fuera de las tiendas, mesas plegables y comida y bebida en abundancia. Un buen lugar para pasar el día, las horas entre concierto y concierto. Y en la sombra, además, a resguardo del calor. La única forma de mitigarlo fueron los microclimas, bastante humildes en dimensiones.
Pensando precisamente en eso, en intentar que el calor se notara cuanto menos mejor, también tuvieron su refrescante ración de agua los que siguieron las actuaciones a pie de escenario. A las ocho de la tarde, con Asfalto tocando y un centenar de personas siguiéndoles, rodeó el escenario un camión de Conyser, que fue echando agua sobre el piso de arena. Más de uno anduvo listo y vio en ese camión una oportunidad e hizo un par de pasadas bajo el agradecido chorro.

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