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viernes, 31 de julio de 2009
Paraíso (I)
RICARDO V. MONTOTO El paraíso terrenal existe. Y está cerca de aquí, en uno de los laterales del edificio Calatrava en Oviedo. Yo lo conocí el lunes pasado. Les cuento: con ocasión de ponerme al día sobre el estado de un expediente administrativo, fui por primera vez a las nuevas instalaciones de una de las consejerías de nuestro reverenciado Gobierno del Principado de Asturias, que está ubicada en un lateral del Calatrava, en lo alto de uno de los enormes triángulos que enmarcan el espacio principal.
Bueno, pues tras deambular por la zona en busca de la entrada, pues todavía hay obras por allí, localicé la puerta y accedí a una especie de vestíbulo en cuyo extremo se sitúa el mostrador de recepción. Había cinco personas allí, tres de paisano y dos vestidos con el uniforme de una empresa de seguridad. Como lo que quería era información, me dirigí a uno de los de paisano, que, antes de que yo llegara ni siquiera a abrir la boca y sin levantar los ojos de una revista, movió la cabeza señalando hacia los guardas de la contrata de seguridad. Si me interrogaran, sería incapaz de reconocer a ese sujeto, pues ni alzó la cara ni mostró los ojos. Tan sólo recuerdo que le echaba un vistazo al suplemento dominical de LA NUEVA y que comienza a clarear por la azotea, como servidor.
Pillé la seña a la primera y me dirigí a la chica de seguridad, la cual, amablemente, informaba, pedía la documentación mientras su compañero vigilaba el escáner (deben de temer que esa Consejería pueda ser atacada por individuos tremendamente peligrosos). Los únicos que trabajaban eran los empleados de la compañía de seguridad, que ponían buena cara a pesar de sus contratos de mierda, los horarios criminales y los descansos raquíticos. Los otros tres, los de la plantilla de la Consejería, con sueldos hermosos, estabilidad laboral a toda prueba y «moscosos» por un tubo no daban golpe, dedicando la mañana, entre café, cigarrito y pincho, a leer la prensa y hacer crucigramas. Y, encima, ni se dignan a mirarte a la cara. Son esas injusticias con las que estamos obligados a convivir. Qué le vamos a hacer.
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