domingo, 19 de julio de 2009

Desafío a la muerte en el espigón


Los jóvenes saltan desde una altura de 7 metros en el espigón del puerto con total libertad, mientras los pescadores son perseguidos por la policía
Mediodía de ayer en el espigón de la marina norte del puerto. Siete jóvenes toman el sol tumbados en sus toallas, sin mediar palabra, uno de ellos se levanta y desafía al destino saltando al agua desde una altura de siete metros. Le siguen cinco de sus amigos. No son conscientes de las consecuencias que les podría acarrear una mala caída. Una tetraplejia o, incluso, la muerte.
No es la primera vez y cada fin de semana grupos de adolescentes emulan el tradicional salto del Ángel en Acapulco y se precipitan al vacío.
La policía portuaria y la vigilancia privada del Consorcio Valencia 2007 todavía no se han dado cuenta de estas prácticas o hacen la vista gorda. Lo cierto es que cada día son más los que desafían a la muerte desde la vertiginosa escollera.
Saltos de cabeza

Tras salir del agua escalaron las moles con cantos en punta y repitieron, pero esta vez lo hicieron de cabeza.
El espectáculo era escalofriante. Saltaban uno detrás de otro sin respetar ni siquiera un tiempo prudente para que la zona de caída quedara libre. Un requisito indispensable que nunca pasan de alto los expertos.
Javier Mascarell ha realizado más de 100 saltos desde esa misma altura, pero nunca en circunstancias tan precarias. Es experto en escalada y barranquismo. «Es un tipo de salto que sólo se debe de realizar con las precauciones pertinentes y sobre todo con experiencia. Se ha de tener un conocimiento detallado de la profundidad y del terreno. Un equipo adecuado, con un casco que cubra incluso las orejas y bajo ningún concepto debe saltarse de cabeza. Además, el primero nunca salta, inicialmente baja, inspecciona la profundidad y las características del fondo e informa al resto», dice Mascarell.
A pesar de que el Consorcio Valencia 2007 ha retomado el mantenimiento de la dársena, el abandono es patente y los vigilantes sólo recorren la zona en la que se están instalando las gradas y los dispositivos de seguridad para la Fórmula 1, justo en el extremo opuesto donde los jóvenes se precipitan al vacío.
Mientras se realizan estas prácticas imprudentes, sin ninguna vigilancia y poniendo en peligro sus vidas, los pescadores sufren un celoso seguimiento y, en cuanto echan la caña, la policía acude para echarlos.
Ayer, ningún joven sufrió un accidente, pero estuvieron a punto de sumarse a la estadística. Según los datos oficiales del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, las zambullidas en el agua pueden llegar a ser la causa de hasta el 6% del total de lesiones medulares de personas ingresadas en los últimos diez años.

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