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sábado, 17 de octubre de 2009
Una nueva seguridad privada para un mundo complejo
Por Jesús Pérez de UC Global
Para Infodefensa.com (1510/2009) Madrid - El secuestro del buque atunero "Alakrana" por parte de piratas somalíes ha puesto otra vez de actualidad, año y medio después del secuestro del también atunero "Playa de Bakio", los riesgos que corre la flota pesquera española que faena en el Océano Índico frente a las costas de Somalia. La piratería en aquellas aguas es un problema existente desde hace años pero pasó desapercibido mientras los ataques se sucedieron en las aguas más cercanas a la costa. Los casos más notorios por aquel entonces fueron los secuestros de cargueros que transportaban ayuda humanitaria internacional a repartir entre la población. Un hecho que habría que recordar a quienes quieren ver en los piratas somalíes una especie de "Robin Hoods de los mares". Los piratas fueron cada vez más ambiciosos y fueron aumentando la complejidad y el alcance de sus ataques. Así en noviembre de 2005 fue atacado todo un buque de crucero, el "Seabourne Spirit", que navegaba desde Egipto a las islas Seychelles a unas hoy temerarias 100 millas de la costa somalí.
Sin embargo la piratería frente a las costas de Somalia no es un fenómeno puntual. El Golfo de Adén es sólo una de las tres grandes zonas en el mundo donde existe un riesgo alto de ataques piratas. Por un lado se encuentra el Golfo de Guinea, una de las principales cuencas petroleras africanas. Las fuerzas insurgentes del Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger (MEND en sus siglas en inglés) de Nigeria han recurrido al ataque y secuestro de barcos, instalaciones y personal de las multinacionales petroleras que operan en la zona. Al igual que en el caso somalí[i], la debilidad de los Estados africanos para ejercer la soberanía sobre sus aguas territoriales ha facilitado que un grupo armado diese el paso de lanzar ataques en alta mar cada vez más audaces. En este caso han llegado incluso a lanzar incursiones en la costa de países cercanos, como son Guinea Ecuatorial y Camerún. El segundo lugar de importancia en el mapa mundial de la piratería es el dédalo de islotes que forman Indonesia, Malasia y Filipinas, con especial incidencia en el Estrecho de Malaca. El paso más fácil entre los Océanos Índico y Pacífico, se trata de un auténtico cuello de botella por el que pasa el tráfico marítimo de Europa y el Golfo Pérsico rumbo a Extremo Oriente.
El Estrecho de Malaca es como el Golfo de Adén, frente a Somalia, un punto estratégico que comunica continentes y donde el riesgo de estrangulamiento del comercio mundial llevó a la superación de suspicacias de los países implicados para realizar un esfuerzo conjunto. En el caso del Cuerno de África se ha reunido una insólita coalición formada por la OTAN, China, India, Japón, Corea del Sur, Rusia y puntualmente otros países como Bahrein o Malasia. Su existencia es el reflejo de un compromiso de la comunidad internacional por mantener las comunicaciones marítimas seguras. Pero al igual que en España, donde la ministra de defensa recordó el coste de la misión que se eleva a decenas de millones de euros, en otros países se cuestiona la sostenibilidad a largo plazo de una operación donde destructores AEGIS y fragatas antisubmarinas se dedican a realizar simples labores de patrulla. Al fin y al cabo los requisitos para una misión así, como contaba recientemente el comodoro británico Steve Chick al periodista estadounidense Dave Axe[ii] son "un helicóptero, una embarcación y un trozo de abordaje".
La presencia de buques de guerra en la zona ha ayudado a que a lo largo del año 2009 haya descendido significativamente el número de barcos secuestrados por los piratas. Pero como en el caso del "Playa de Bakio" antes y ahora con el "Alakrana" vemos que son precisas medidas de seguridad adicionales. La presencia de buques patrullando la zona ha de complementarse con personal in situ en los barcos. Las alternativas planteadas hasta ahora ha sido el embarque o bien de vigilantes de seguridad o de infantes de marina. Ambas presentan problemas.
Por un lado el perfil del personal, la formación y el armamento permitido por la Ley de Seguridad Privada española resulta a todas luces insuficiente frente a grupos de piratas armados con fusiles de asalto, ametralladoras y lanzagranadas anticarro que se han apoderado de buques de varias miles de toneladas. Sin olvidar que la preparación para trabajar en el medio marino, bastante alejado del entorno habitual del vigilante de seguridad, no se improvisa. Por otro lado se ha solicitado la presencia de infantes de marina, amparándose en el ejemplo de Francia que así ha hecho con sus pesqueros. En caso de que se optara por esta solución no sólo habría que solventar el marco legal y la cadena de mando bajo el que operarían militares en un barco civil. Además habría que preguntarse si la Fuerza de Protección, la rama de la Infantería de Marina española encargada de dar seguridad a buques e instalaciones, podría generar el suficiente número de Equipos Operativos de Seguridad para dotar a un grupo de pesqueros más numeroso que la propia Flota. Existe ante este dilema una solución que podríamos considerar intermedia y que ha sido probada por un buen número de países de nuestro entorno de la OTAN y la UE: El recurso a Empresas Militares Privadas, con personal con la preparación, experiencia y material que los sitúa mucho más allá de la figura del vigilante de seguridad.
Si la palabra militar acompañada de privada genera suspicacias y se exige que la seguridad que reciban los pesqueros sea dada por las fuerza armadas lo que tenemos es un debate subyacente sobre dónde terminan los intereses estratégicos nacionales de España y dónde comienzan los intereses particulares de empresas españolas. Si en la década de los noventa la internacionalización de las empresas españolas les llevó de forma natural por afinidad cultural a Hispanoamérica en la presente fase de la globalización encontramos empresas españolas haciendo negocios en cualquier rincón del planeta. Eso incluye un buen número de lugares altamente inestables donde no existe un estado abierto de guerra, sino una violencia organizada pero difusa que no se puede etiquetar con los términos clásicos de "guerra civil" o "insurgencia". Como en el caso de Somalia, los grupos armados han dejado atrás el objetivo de la lucha política por la delincuencia. La seguridad en tales casos de instalaciones y personal de las empresas no pueden establecerse en unos límites equivalentes al que en España marca la Ley de Seguridad Privada. De una forma u otra el presente pasa sin duda por las Empresas Militares Privadas.
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