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sábado, 17 de octubre de 2009
La presa fácil viaja en metro
Las bandas de carteristas operan con libertad en las estaciones más céntricas y turísticas
• Con la bajada de visitantes en otoño comienzan a ir al acecho de los usuarios localesDAVID PLACER
BARCELONA
Suelen perseguir al turista, acechar al despistado y meter la mano en bolsos, mochilas y bolsillos. Pero con la llegada del otoño y el descenso de visitantes, las bandas de carteristas que operan con bastante comodidad en el metro también ha comenzado a perseguir a los usuarios locales. Es el caso de tres víctimas que ayer publicaban en EL PERIÓDICO cartas con sus experiencias.
Es también el caso de Gladys Medina, una ecuatoriana de 47 años que el lunes sufrió un robo en la salida del metro de la estación de Plaça de Catalunya. Medina acudió ayer a la comisaría de los Mossos de Nou de la Rambla para denunciar el robo de su móvil, un modelo muy costoso que terminó en las manos de dos jóvenes que salieron corriendo.
Son de sobra conocidos por los viajeros, los vigilantes e incluso por los músicos del metro. «Están cada día en la parte final del andén de Jaume I. Hace poco los vi robando a una mujer con niños pequeños y el martes a un matrimonio de ancianos», explicó Carolina Barrachina, viajera habitual de la L-4 que ha denunciado la falta de seguridad.
Un comerciante con un local en un pasillo del metro distingue perfectamente a tres tipos de bandas: una de mujeres, otra de chicos muy bien vestidos «con bambas caras y que hasta parecen pijos» y un tercero de hombres de mediana edad. «Todos son extranjeros y trabajan con total impunidad porque si logran llegar a las escaleras, los vigilantes de seguridad privada dicen que ya no los pueden detener», explica el encargado. «Es una batalla perdida. Estamos muy desmotivados porque si les pillamos y los llevamos a los Mossos, al día siguiente los volvemos a ver», explicaba ayer un vigilante de seguridad de la línea 3.
Carteristas con disfraz
Para camuflarse entre las muchedumbre turística, los ladrones suelen ir con toallas, gafas oscuras y casi van envueltos con los mapas que también les ayudan a acechar con mayor disimulo a sus víctimas. «El metro era un lugar dominado por los grupos de carteristas y bandas de ladrones, pero desde hace algún tiempo se ha reforzado la seguridad y ahora tenemos más grupos de vigilantes», explica Ángel León, responsable de seguridad de Catalunya de la empresa Securitas, una de las compañías de seguridad privada que resguardan el metro. Los Mossos han reconocido hace pocas semanas que los hurtos a los turistas han alcanzado un nivel extremadamente alto, aunque no hacen la misma valoración con los robos a residentes.
Pero muchas veces los viajeros locales son víctimas más fáciles que los propios turistas. Las bandas de carteristas se multiplican las madrugadas de los fines de semana a la caza de usuarios que van a casa y se quedan dormidos. «Me robaron dos veces. Regresaba de fiesta, iba recostado en la ventana, pero cuando desperté ya no tenía la cartera en la chaqueta», confiesa Pablo Urdaneta, un estudiante colombiano.
Las estaciones más alejadas del centro suelen ser conflictivas las noches de los fines de semana. En Sant Roc y la Pau se repiten los robos de móviles y carteras, a veces con intimidación. «Hay más gente borracha y drogada y los vagones van vacíos. El viajero siente inseguridad si no lleva a un guardia al lado. Una vez le cortaron a oreja a una chica», explicó una trabajadora de la L-4.
La ciudad es segura, según cuatro de cada cinco barceloneses. Quizá el resto viaja mucho en metro.
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