Los guardias civiles Carlos Augusto Palomo y Antonio Cano torturaron a un inmigrante cubano sin papeles el 26 de enero de 2008. Han sido juzgados por ello. Y el tribunal de la sección tercera de la Audiencia de Valencia les ha absuelto por un error judicial. A ellos y al vigilante de seguridad privada Ángel Vicente León Navarro, imputado por cómplice. No hay dudas. Se escuchó en la sala la grabación de parte de lo que pasó aquella mañana entre un centro comercial de Alboraia y el puesto de la Guardia Civil de Tavernes Blanques donde estaban destinados los agentes.
En la grabación, que la sala escuchó el pasado 2 de noviembre, se escuchó, entre otras cosas: "No te voy a cobrar el walkie que hemos roto cuando te hemos roto las costillas"; "hasta aquí has llegado, Raúl [el inmigrante]"; "levanta la puta cara"; "te voy a dar una paliza que vas a mear sangre"; "te metemos la porra por el culo y te la sacamos por la boca".
Se escuchó cómo el detenido lloraba y se quejaba, cómo le golpeaban. Se escucharon sus gritos, los golpes y el llanto. Y cómo la víctima repetía: "No me pegue, señor, no me pegue más, por Dios".
Un error del juez que autorizó las escuchas deja impunes estos hechos. El titular de Instrucción 14 firmó un auto en el que explicaba la necesidad de unas escuchas en el coche oficial que usaban, sobre todo, Palomo y su compañero Rafael Segura, ambos en prisión provisional por supuesto delito de tráfico de drogas. Explicó también la idoneidad de una medida que vulnera un derecho fundamental: el secreto de las comunicaciones. Pero no fijó, como obliga la ley para un auto que en un juzgado de instrucción es común, un tiempo de intervención. Y esa ausencia ha invalidado la prueba fundamental de un juicio en el que el testimonio del inmigrante fue débil y confuso, y la fiscalía no rebatió los argumentos de la defensa de Palomo .
Tampoco se han hecho otras cosas. El guardia Cano está de baja psicológica pero adscrito a la unidad de investigación de Tavernes Blanques a la que pertenecía cuando ocurrieron los hechos. Otro agente, Cosme Medina, al que Cano le contó la paliza y también quedó grabado el relato sin que él lo denunciara, tiene un expediente abierto inconcluso, pero está en el mismo destino. La Guardia Civil no ha depurado ninguna responsabilidad en el puesto. Tampoco asuntos internos ha ido más allá de presentar las escuchas al juzgado.
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