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domingo, 26 de abril de 2009
Cuando los ángeles son demonios
Los 22 detenidos de Ángeles del Infierno extorsionaban a otras bandas de motoristas y obligaban a contratar su seguridad en conciertos de 'heavy-metal'
¿Para qué quiere un club de motoristas una ametralladora y una pistola eléctrica? ¿Qué hace una bufanda de los Boixos Nois junto a un casco de los tercios españoles del siglo XVI? ¿Por qué algunos miembros de los Hells Angels recogen juguetes por Navidad y dedican el resto del año a la extorsión y el tráfico de drogas? Son algunas de las contradicciones de los llamados Ángeles del Infierno, una banda de moteros nacida hace 61 años en Estados Unidos y extendida en 30 países; entre ellos, España.
Los Mossos d'Esquadra y la Guardia Civil han asestado, esta semana, un duro golpe a la rama española de la banda con la detención de 22 personas en seis provincias; la mayoría, en Barcelona. Seis de ellas (las que integraban la cúpula) han ingresado en prisión provisional por tráfico de drogas y asociación ilícita.
El inspector Jordi Domènech, de la policía autonómica catalana, sostiene en sus manos una pesada arma de guerra mientras trata de explicar que la operación policial no se ha dirigido contra la asociación Hells Angels Motorcycle Club Barcelona (constituida legalmente hace 13 años), sino contra algunos de sus miembros. Éstos están acusados de formar una "asociación ilícita" con "estructura paramilitar" que perseguía un único fin: delinquir.
El bodegón que asoma tras el inspector no tiene desperdicio: hay espadas, navajas, puñales, ballestas, escopetas (antiguas y nuevas), bates de béisbol de todos los tamaños y colores, chalecos antibalas y pasamontañas. Un material innecesario si lo que se pretende es, sencillamente, recorrer cientos de kilómetros de carretera a lomos de una Harley Davidson junto a los compañeros de fatiga. Los ángeles se ven a sí mismos como una hermandad. Poseen normas propias y rituales que los no iniciados no pueden (ni deben) compartir.
Tal idiosincrasia les lleva a rechazar de plano cualquier forma de marketing. "Cuando ven a alguien que no es de los suyos y lleva chalecos o camisetas de los Hells Angels, son capaces de darle una paliza", comenta Domènech. La violencia (y la amenaza de usarla) es una de las señas de identidad de los arrestados, según los investigadores. Buena parte del negocio ilícito consiste en extorsionar a los clubes, peñas y asociaciones de moteros que pretenden organizar actividades por su cuenta. Para que la fiesta discurra en paz, los ángeles exigen el pago de cierta cantidad de dinero. Incluso los aspirantes a entrar en la banda sufrían extorsión.
Los métodos de la banda los conoce bien Juan, nombre figurado del responsable de una peña motera que ha vivido en sus carnes la presión de los ángeles. "En este mundo casi todo el mundo se conoce. Vinieron a vernos y nos dijeron que, si queríamos hacer más actividades, teníamos que darles un dinero cada dos o tres meses. Pero pudimos esquivarles", relata.
Igual que las mafias que ofrecen servicios para vigilar obras, la banda motera también actuaba como una falsa empresa de seguridad privada. Con una investigación de más de un año -con teléfonos pinchados y seguimientos de 24 horas en las últimas semanas-, la policía da por probado que la banda ofreció sus gorilas para mantener el orden en diversos conciertos de música heavy metal organizados en Barcelona y alrededores.
La banda sacaba tajada de casi todo. Los detenidos -algunos de ellos hombres fornidos, con barba abundante y aspecto rudo e indomable- también se dedicaban al cobro de morosos con métodos expeditivos. La otra línea de negocio era el tráfico de drogas. Hace un mes, dos ángeles de la rama italiana se desplazaron a Barcelona para comprar droga. Los agentes se han incautado de un kilo de cocaína y de marihuana.
Cuando una banda rival (que las hay) pretendía hacerles sombra, los Ángeles del Infierno trataban de borrarla del mapa. De ahí, el arsenal que Domènech muestra con paciencia. En los treinta registros practicados por los agentes se han hallado 200.000 euros en metálico.
Además de hacer vida en la carretera (los cánones dicen que un hell angel auténtico debe recorrer 35.000 kilómetros cada año), los detenidos se habían aposentado en un barrio de Barcelona, Poblenou. Allí poseen su vistosa sede (hasta hace poco había siempre motos enormes aparcadas en la puerta) y dos pubs donde organizaban conciertos. Uno de ellos funcionaba como after-hour. Celosos de su estilo de vida, tenían poca relación con el vecindario.
La conexión con los Boixos Nois
Cuando los agentes irrumpieron en el domicilio de José Antonio Romero Ors, en Sant Adrià de Besòs (Barcelona), el hombre dormía plácidamente. La historia de Jaro, como también se le conoce, es distinta a la de los otros 21 ángeles del infierno detenidos. De hecho, él no es estrictamente un ángel. Según las investigaciones, compraba y vendía droga a uno de los responsables de la banda. Pero su historia también es distinta por otro motivo. Jaro es miembro de los Casuals -la facción más violenta de los Boixos Nois, el grupo de seguidores radicales del Barça- y cumplió condena por el asesinato, en 1991, de un seguidor del Espanyol.
Hace unas semanas, en el partido de Liga de Campeones entre el Bayern de Múnich y el Barça, participó en la agresión a un escolta del presidente azulgrana, Joan Laporta. Romero no pudo entrar al partido, pero regresó de Múnich en el vuelo que tenía previsto tomar: no se le pudo identificar como autor de la agresión. Pese a la coincidencia en el tiempo, los Mossos aseguran que la detención de Jaro "no tiene nada que ver" con el incidente de Múnich. "Llevamos un año siguiendo a esta banda y sabíamos que él estaba implicado", dijo el inspector Jordi Domènech.
Jaro supone la conexión de los Ángeles del Infierno con los radicales del Barça, los Boixos Nois. Uno de los objetos incautados por la policía es una bufanda en la que, sobre fondo negro y en mayúsculas, se lee "Antilaporta". La policía considera que los Hells Angels son una banda vinculada a la extrema derecha. Prueba de ello son los símbolos y libros de contenido neonazi hallados en los pisos y locales de los detenidos.
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