Los restaurantes y locales de ocio de la marina Juan Carlos I han tenido que reforzar la seguridad privada para frenar la práctica del botellón junto a sus locales. El vocal de la entidad de empresarios Ángel Brández aseguró ayer que se trata de una de las prioridades de la entidad, con el propósito de minimizar los ruidos nocturnos y ofrecer un entorno de más calidad a los visitantes.
«Hasta los camareros lo saben, pedimos que se vayan porque nos ha costado mucho trabajo mantener nuestros negocios». Brández descartó no obstante que esta zona de ocio sea una fuente de ruido que moleste a los hosteleros del paseo de Neptuno, como estos denunciaron esta semana.
«Hemos medido el ruido y en esa zona llegamos a los 62 decibelios, mientras que cerca de los amarres de la marina estaba entre 44 y 45 decibelios». Representantes de los locales del paseo de Neptuno destacaron los problemas generados por el botellón, las multas de aparcamientos y los ruidos llegados desde la dársena interior.
Brández opinó sobre esto que en los locales de la marina hay limitadores para el sonido. «Nosotros somos los primeros interesados en que esta zona sea de calidad».
La marina se ha convertido este verano en una de las zonas de ocio de moda de Valencia, a diferencia de años anteriores, cuando los locales languidecían por falta de público. «Durante mucho tiempo hemos estado unos pocos; cuando tocó renovar la concesión de mi establecimiento a nadie le interesó».
Brández indicó que el Consorcio, la entidad pública gestora de la marina, debería alargar más el plazo de estas concesiones. Los cinco años del contrato actual no es un periodo suficiente para amortizar la inversión. «Queremos plazos más largos», aseguró como una de las reivindicaciones principales.
La mayoría de los establecimientos tienen una licencia de actividad que les permite abrir hasta las cuatro de la madrugada. La dársena se rige por los mismos horarios que el resto de la ciudad, aunque en opinión de la asociación, que agrupa a nueve empresas, debería ser más amplio por el lugar «perfecto» para una zona de ocio.
Brández indicó que los locales han logrado un centenar de puestos de trabajo, además de destacar los empleos indirectos que se consiguen con las empresas proveedoras. «Lo que hay que dejar claro es que no molestamos a nadie».
El Consorcio sacó en concesión estos locales como un modo de generar ingresos, a la espera de la aprobación de un plan de usos de la dársena. La entidad ha tenido las manos atadas durante años debido a la falta de acuerdo político, aunque este verano se alcanzó el consenso para la renovación de los cargos de la junta, formada por el Gobierno, la Generalitat y el Ayuntamiento.
La idea es rehabilitar los tinglados, mantener algunas de las bases para los equipos de regatas, presentes en la dársena desde la primera Copa América, mientras que el resto se reutilizarán para distintos equipamientos. El plan de usos excluye las viviendas, al margen de futuros desarrollos en muelles cercanos, que hoy por hoy no se contemplan en la entidad.
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