martes, 16 de agosto de 2011

El hurto del Códice dispara la demanda de ‘vigilantes’ del arte



ROI RODRÍGUEZ – SANTIAGO zqCastros, yacimientos arqueológicos, cruceiros, imaginería religiosa y un sinfín de obras de arte únicas con muchos siglos a sus espaldas conforman un patrimonio “de valor incalculable” en Galicia, cuya vigilancia y protección cobra estos días más protagonismo a raíz el hurto del Códice Calixtino de la Catedral de Santiago. Un suceso que ha puesto en guardia a iglesias, museos y particulares, disparando la demanda de servicios de seguridad para tesoros que a veces la sociedad “no valora en su justa medida hasta que se pierden”. Muchos corren hoy “alto riesgo” de seguir la misma suerte que el manuscrito del siglo XII si no se protegen mejor.
Esta fue una de las principales conclusiones del último debate de la temporada del Grupo Correo Gallego, que con Luis Pousa (subdirector de EL CORREO GALLEGO) a los mandos reunió en Santiago a expertos en seguridad, representantes del clero e historiadores para profundizar en las claves del hurto del Códice y dar luz sobre las medidas necesarias para que episodios así no vuelvan a producirse. La primera pregunta que Pousa puso sobre la mesa era inevitable: ¿Pudo evitarse el hurto del Códice? Los invitados se decantaron por el sí.
“Todo es evitable”, respondió categóricamente Javier Mouriño, director de Intermax, una operadora que se encarga de vigilar aproximadamente 30 iglesias del rural gallego dentro del proyecto Igrexa 2.0 y está presente en más de 70 concellos: “Incrementando las medidas de seguridad todo es evitable”, prosiguió. A su juicio, la fórmula adecuada de proteger el libro sería reforzando la seguridad entorno a la sala donde se encontraba: “Las cámaras deberían apuntar directamente al Códice (cosa que, por lo que se conoce, no hacían), que debería tener algún sensor que lo protegiera más y que estuviera integrado en las medidas de seguridad”.
La tecnología necesaria existe y no sería difícil de implantar, insistió el director de Intermax: Es una tecnología “muy completa”, basada en software libre, que permitiría implantar la monitorización, parametización, etcétera, y que ya se aplica en empresas y particulares, pero también es “perfectamente” aplicable en las iglesias. “Hay soluciones desde 200 hasta más de }6.000€”, cuantificó. Y es que “no es lo mismo vigilar una iglesia pequeña que la Catedral de Santiago”.
Recogió el testigo el historiador y director del Museo Terra de Melide, José Manuel Broz, experto en patrimonio eclesiástico: “El hurto del Códice fue impactante, pero no fue una sorpresa. Siempre hay riesgo de robos en un museo. En Melide ya tuvimos varios. Es una tensión constante pues puede pasar en cualquier momento y en cualquier museo, aunque con programas de vigilancia es posible evitarlos”, dijo.
Musealización. El tercer invitado, Rodrígo Rúa, es responsable de ocho parroquias en Melide, Santiso y Arzúa, de la Diócesis de Lugo, y pionero en implantar la tecnología 2.0 en las iglesias. Despoblación en el mundo rural, residentes ya mayores y un patrimonio muy disperso le llevaron a optar por aprovechar las nuevas tecnologías para no descuidar la joyas que jalonan los templos del rural galaico.
“Hay gente que piensa que musealizar es la opción más fácil para garantizar la seguridad. Pero muchas piezas del patrimonio eclesiástico tienen una función litúrgica y una relación emotiva con el pueblo”, analizó. En este sentido va la iniciativa de Intermax: vigilar las piezas en su ubicación original y facilitar el uso para el que fueron concebidas: “Hay santos o cruces parroquiales que están muy relacionadas con la gente dese la infancia y con el uso para el que fueron pensadas, y no sé hasta que punto musealizarlas serviría para algo”, razonó.
Más seguro, expuesto. Como responsable del desarrollo de Igrexa 2.0 Mouriño admitió que la desaparición del Códice encendió todas las alarmas. Desde que se conoció la noticia, apuntó, surgieron muchísimas demandas de instalaciones, “e incluso llaman a nuestra empresa desde otros puntos de España” como referencia en seguridad.
Y es que como explicó Mouriño en la tertulia, Intermax dispone de un plan de expansión con redes de nueva generación con el que podría protegerse un 95% de estos enclaves para que puedan tener una conexión que permitan esa seguridad con videos de alta definición y alarmas que vayan a un centro de control. “Creo que sería técnica y económicamente viable”, subrayó.
No obstante, no siempre hace falta recurrir a la high tech para asegurar un mejor control de las obras. Por ejemplo, como medida preventiva, Mouriño piensa que “no hubiera sido mala idea” que el Códice hubiera estado expuesto, a la vista del público, y no encerrado, “porque así estaría rodeado de gente durante el día y, por la noche, también sería bastante fácil de controlar y se echaría en falta en el momento”, y no varios días después como en el caso del preciado manuscrito de la Catedral compostelana.
Como responsable de un museo que ya sufrió varios hurtos, Broz recordó que en su que tuvieron que “acabar acristalando todas las vitrinas e invertir más en seguridad”, comentó, poniéndose en la piel de los encargados de custodiar el Códice “que estarán pasando un mal trago”, pues la función principal de un centro museístico es precisamente la de “conservar” el legado que tienen en sus manos. De todas formas -prosiguió- “es algo que le puede pasar a cualquiera. El responsable es el ladrón”, subrayó.
El historiador tiene aún la esperanza de que el libro pueda aparecer, recordando que el cuadro de la Gioconda, de Leonardo Da Vinci, estuvo años desaparecido. “Son piezas muy singulares que tarde o temprano tienen que aparecer porque no pasan desapercibidas. No hay que desesperarse”. Por buscarle una cara positiva al suceso, si es que tiene alguna, Broz reflexionó quee el hurto del Códice “le dio mucha publicidad” e hizo que “hasta quien no tiene ningún interés en el arte” mostrase preocupación por el.
Lejos de Santiago. Sobre el destino del manuscrito del siglo XII, Broz opinó que es una pieza “muy apetecible” para un coleccionista privado, su único destino posible, ya que es una obra “imposible” de vender en el mercado. Está perfectamente catalogada e inventariada, llama mucho la atención y es de valor incalculable. En cuanto a la posibilidad de que el libro cruzase las fronteras gallegas, los invitados la consideran bastaste probable. Por una parte, el responsable del hurto “tuvo tiempo para sacarlo”, pues la noticia se conoció días despues. Y por otra, en palabras de Broz, “es impensable que ningún gallego robase el Códice”.
De vuelta al tema de la musealización de los monumentos -que podrían sustituirse por copias- para mayor salvaguarda de su seguridad, el historiador melidense recordó cuando en los años 60 se desmantelaron las pinturas del Pirineo y se concentraron en Cataluña. “Eso fue una aberración”, sentenció, porque aunque tienen mayor seguridad se descontextualizó la pieza. “Esas actuaciones están completamente desfasadas”, dijo. Las piezas tienen valor en su contexto. En el caso del papel y de los libros antiguos, “sí es adecuado que estén en un archivo”, con la temperatura adecuada y libre de carcoma, pero en el caso de las imágenes, “deben de estar en su iglesia”.
Castros y yacimientos. Broz puso también sobre la mesa la posibilidad de que los sistemas de control y videovigilancia se podrían extender a los castros o yacimientos, joyas de la historia a la intemperie que en multitud de ocasiones están expuestos a hurtos o a que un desaprensivo puede deteriorarlos irremediablemente. Como ejemplo, citó el caso del monasterio de Toques, donde hay un Calvario del siglo XII que aunque está perfectamente catalogado, “al estar aislado tiene un alto riesgo de robo o de que algún desaprensivo cometa una fechoría. Habría que tener más vigilancia, con vídeo, etcétera…”
Sobre este asunto, Rodrígo Rúa recordó que en el pasado las iglesias estaban llenas de gente, “que siempre estaba pendiente”. Hoy, sin embargo, con el rural cada vez más vacío, esa protección no existe, por lo que hay que buscar otros medios”. “Yo soy más partidario de usar las nuevas tecnologías para vigilar que sacarlas de su contexto”. Pero ¿es esta iglesia la del siglo XXI?. El párroco opina que sí, recordando que incluso el Papa Benedicto XVI destacó las aportaciones positivas de las nuevas tecnologías para la comunicación y el encuentro de las personas. De hecho, en la vida cotidiana de la iglesia se utiliza Internet y cada vez más gente escribe en más los blogs.

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