miércoles, 15 de septiembre de 2010

La mayoría del cobre robado en Catalunya acaba en China

El auge en el robo de cobre lleva a los Mossos a poner controles en torno a algunas chatarrerías. China importa cada año miles de toneladas   |  Muchos robos se dan cuando un buque con destino a China espera en el puerto

La ola de robos de cobre es tan intensa como el trabajo de las fuerzas de seguridad para combatirla. Los Mossos d"Esquadra, como policía específica de seguridad ciudadana en Catalunya, viene desplegando desde hace semanas un potente dispositivo encaminado a prevenir estos robos, un combate contra los rateros que también realizan la Guardia Civil y la Policía Nacional con sus recursos. El paso adelante de la policía autonómica en la lucha contra estos robos ha ido más allá de lo habitual y, en la búsqueda de soluciones imaginativas, ha situado controles en las carreteras y caminos que llevan directamente a chatarrerías y, especialmente, a aquellas que se sospecha que son piratas o que pueden estar comprando material de origen no identificado.
En estos puntos de control se sitúan patrullas que dan el alto a cualquier vehículo sospechoso, fundamentalmente a aquellos como furgonetas, que den el perfil de los vehículos más usados por los grupos de ladrones. En ocasiones, dichas patrullas de vigilancia se despliegan camufladas como controles de alcoholemia. Dicho sistema permite dos cosas: recopilar información sobre posibles sospechosos y actuar de forma disuasoria frente a los ladrones que, por supuesto, hacen correr la voz de la existencia de estos dispositivos policiales. La filosofía de esta operación Cobre es "la de control y contención", según fuentes policiales.

El dispositivo también presta atención al patrullaje en las proximidades de naves industriales, líneas férreas y de telefonía, además de obras en construcción. En este apartado, además de la sustracción del material dispuesto para su uso por los operarios, también se han dado casos de desinstalación de circuitos eléctricos y tuberías que son arrancados de techos, suelos y paredes.

Los informes policiales señalan el origen múltiple de los ladrones que se dedican a esta especialidad delictiva. Según estos datos, hace unos tres años empezaron sus actividades ilícitas grupos de ciudadanos rumanos, después se incorporaron algunas bandas de procedencia africana y más tarde se añadieron rateros españoles. En la actualidad, coexisten los tres principales grupos. Sin ir más lejos, la Guardia Civil detuvo el pasado día 4 de este mes a cuatro sospechosos en el puerto de Barcelona con media tonelada de cobre robado. Todos ellos eran españoles. En cambio, la Guardia Urbana de Barcelona detuvo el pasado lunes a dos ladrones de nacionalidad rumana con 1.350 kilos de cobre.

Las víctimas de estos robos, además de una larga lista de particulares –especialmente en zonas rurales– son grandes compañías como Red Eléctrica, Telefónica o Adif, además de promociones inmobiliarias y las propias chatarrerías industriales que, con bastante frecuencia, son asaltadas y desprovistas ilegalmente de grandes cantidades de metal, y hasta de los vehículos que son utilizados para trasladar la mercancía ilícitamente obtenida. A veces, es al revés. Los ladrones roban un determinado tipo de camión con una grúa especial denominada pulpo –con una especie de pinza o garra metálica gigante– y en el sector todos saben que eso significa que en breve se cometerá un gran robo. En el gremio se cree que en ocasiones se han llevado a cabo sustracciones por encargo.

Los Mossos d"Esquadra mantienen permanentes contactos con las víctimas y en esas reuniones se comparte información, tal como confirman fuentes de Adif y del Gremi de Recuperació de Catalunya. Portavoces de la compañía encargada de las infraestructuras ferroviarias confirman que se informa a la policía autonómica de todos aquellos puntos en los que se producen robos más asiduamente y de forma más reiterativa. "De enero a junio hemos presentado al mes un número muy parecido de denuncias", explican fuentes de Adif.

A pesar de su coordinación con la policía autonómica, esta compañía ha incrementado las patrullas de seguridad privada y el número de videocámaras. Además, se están estudiando nuevos y audaces mecanismos de seguridad que sólo están en fase experimental y que permanecen en secreto. Adif, por ejemplo, durante las oleadas de robos de cobre de años anteriores puso en marcha un mecanismo que durante un tiempo fue realmente eficaz, aunque tuvo que abandonarse porque resultaba demasiado caro. La solución consistió en pintar los cables de varios colores, que los identificaba plenamente tanto a los ojos de los compradores legales a los que se intentara engañar como a los de la policía.

Algunos de estos contactos entre las empresas víctimas de los robos y los Mossos consisten en ir a reconocer los cables cuando es recuperado un cargamento robado. Salvando las distancias, es una circunstancia similar a la identificación de una joya por un particular víctima de un robo en casa, pero a escala industrial.

En torno a las vías, se producen robos tanto a las empresas constructoras que trabajan en la línea del AVE como en líneas en servicio de las que ya responde Adif. En algún caso, y yendo los rateros provistos de las herramientas especializadas para ello, se han dado casos de cortes de catenarias en servicio de 3.000 voltios. Sin embargo, la más habitual es la sustracción de cable de comunicaciones de 220 voltios.

En estos casos, además del perjuicio económico, el servicio ferroviario se ve afectado pues los sistemas de seguridad hacen que se activen los semáforos en rojo en el mismo momento en que se produce una desconexión. Tampoco faltan los robos de tramos de vías, sujeciones metálicas de las traviesas, piezas para fijar tornillos, trozos de cabezas de aguja y hasta de traviesas de hormigón.

El auge de este tipo de robos no es una casualidad. Cualquier materia prima, cualquier metal, en especial el cobre, es una mercancía muy demandada en el continente asiático y, de forma muy significativa, por el gigante chino. Esta república necesita alimentar su desarrollo económico comprando materiales en el exterior en cantidades incalculables. El auge de la construcción en China, a diferencia del enfriamiento que este sector registra en Europa y de manera significativa en España, obliga a consumir gran cantidad de cobre.

Así, cuando llega un barco portacontenedores al puerto de Barcelona procedente de China y vacía su carga, esa embarcación, por lógica comercial, debe regresar a casa con nueva carga, que, en la mayoría de los casos, es de materiales reciclados y, muy fácilmente, de cobre. Si aumentan los robos en un determinado momento, es muy fácil que ello coincida con un carguero amarrado en el puerto con destino a China y cuya carga no ha sido todavía completada. Empiezan los nervios y hay que llenar el barco como sea. A veces aparecen sospechosos anuncios en internet en los que se compra cobre incluso por encima del precio oficial, como confirma Lluís Ortiz de Zevallos, director ejecutivo del Gremi de Recuperació de Catalunya.

Esa parece ser una de las principales causas remotas del incremento de estos robos. Pero existe otra mucho más próxima como es la existencia de una red de chatarrerías ilegales que compran estas mercancías robadas. Según los cálculos del Gremi de Recuperació de Catalunya, aproximadamente el 18% de los establecimientos de reciclaje en España no tiene el negocio en regla. Es decir, se encuadra en el grupo de las chatarrerías piratas. Estas suelen pagar en metálico y sin anotar al vendedor en el obligatorio libro de registro. Justo lo contrario de las compañías en regla, que, además, pagan siempre por transferencia a 30 días.

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