lunes, 17 de noviembre de 2008

El Gobierno vasco recurre a vigilantes para evitar conflictos en la parte baja de Miribilla

peleas, hacinamiento y robos en un portal alertan a las instituciones. Una comisión interdisciplinar ha interpuesto medidas de todo tipo para que el barrio no se degrade.

bilbao. Dos vigilantes de seguridad rondan las calles Saralegi, Olano y Mina San Luis, en Miribilla, doce horas diarias desde hace cinco meses. Su misión es imponer cierto respeto para que la zona pueda superar los graves problemas de convivencia detectados. Peleas, robos, destrozos, hacinamiento en pisos o niños viviendo en trasteros son algunos conflictos que detectaron los responsables del Departamento de Viviendas y Asuntos Sociales y que les han llevado a tomar medidas. Entre ellas, que la zona esté vigilada desde el atardecer a la madrugada. "Se trata de una zona con riesgo de degradación pero todavía estamos a tiempo de que no caiga", lamenta Txema Gonzalo, delegado territorial de Vivienda de Bizkaia. Los pisos de Miribilla próximos a la plaza Saralegi, tres bloques, se construyeron para realojar a los vecinos cuyas viviendas fueron expropiadas en Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala dentro del ambicioso plan para regenerar esta zona. "No hay que olvidar, y es algo que a veces se olvida, que esta gente ya vivía en pisos y que la ley obliga a realojarlos", detalla Gonzalo. La urbanización -con amplios garajes, cocina equipada, dos, tres y hasta cuatro habitaciones en algún caso y bien comunicada- se presentaba como una esperanza para la regeneración social. Pero al poco tiempo de ser ocupados los nuevos pisos, los responsables del Área de Vivienda comenzaron a detectar problemas entre los vecinos. Para frenar la conflictividad desde el primer momento se encargó a una consultora un diagnóstico que evidenciara el grado de conflictividad de cada familia. En este sentido, Gonzalo insiste en que "la conflictividad no está asociada a la etnia porque hay muchos bloques en los que viven gitanos con los que no hay ningún problema". Los resultados pusieron la luz de alarma sobre el portal número ocho de Miribilla. En este portal se encuentran viviendo tres familias de etnia gitana, dos con cierto grado de conflictividad y una tercera con un comportamiento normal. Además, una de las familias era muy numerosa y ni siquiera entre ellas se llevan bien. Aunque también se detectaron problemas en otros portales, no eran de la misma magnitud. "Determinamos que había cierto riesgo serio de degradación. Además, se juntó con el tema de la prostitución que se desplazó desde las Cortes y que la zona se encuentra todavía en obras. De cara a un futuro son buenos proyectos, pero ahora dejan la zona un tanto inhóspita". Con estos indicadores, las instituciones decidieron actuar y crearon un equipo de intervención que se reúne todos los martes para buscar soluciones. Lo primero que se hizo fue abordar el problema de hacinamiento. Una de las familias de etnia gitana tenía superpoblación. Había tres núcleos familiares y eso hacía que se juntaran incluso más de quince. Los niños dormían en los trasteros. Se buscó una solución para uno de los núcleos familiares. "Y se empezó a trabajar con la filosofía de que se les exigiría el cumplimiento de sus obligaciones y nosotros les ofreceríamos recursos. Era empezar por algo", explica Gonzalo. Se ha puesto a disposición de los presidentes de cada portal la ayuda del servicio de mediación familiar junto al observatorio de la violencia y Bizigune. La vigilancia fue otra de las medidas adoptadas. Con ella se pretende que al menos exista cierto respeto en la zona. Incluso en el bloque conflictivo se ha puesto un piso a disposición de los vigilantes para que sea utilizado como oficina, no como vivienda, y como medida disuasoria de posibles actos delictivos en el portal. Al tiempo que los vigilantes comenzaron sus rondas, hace cinco meses, cambiando de horarios para que ni siquiera se acostumbren a eso, se colocaron carteles en portales y garajes para que se respetaran los espacios comunes donde dejaban desde cauchos a sillitas. Transcurrido el tiempo que se les dio de plazo, un camión pasó y se lo llevó todo. Un espacio común vacío se tapió y se aprovechó para iluminarlo mejor. "Desde luego no han vuelto a dejar cosas fuera de su plaza de garaje". El delegado de Vivienda reconoce que "no es fácil pero por lo menos los propios vecinos pueden ver que no les dejamos desamparados". En realidad, el cometido del departamento de Vivienda hubiera terminado con la adjudicación de los pisos tras el sorteo, pero sus responsables no han querido que los vecinos tengan la sensación de estar desamparados. Otra de las actuaciones en marcha se refiere a las lonjas vacías. "Vamos a intentar ocupar todas las lonjas con comercios de proximidad. La idea es que no se empleen para ningún otro fin o se puedan comprar para estar vacíos. Creemos que consiguiendo que haya actividad mejorará la situación". Cuesta vender los pisos En Miribilla, en los bloques que rodean la plaza Saralegi, aún quedan muchos pisos por vender. "Hay mucho volumen de renuncias", reconoce Txema Gonzalo. A pesar de todos los problemas opina que llegará a ser un barrio "muy bueno, porque está bien situado, los pisos son amplios, los garajes hermosos, son muy luminosos, está bien comunicado con el Casco Viejo...". Pero, ahora mismo confiesa que "hay gente muy necesitada que no quiere entrar por la comunidad, concretamente en este bloque, y han renunciado al piso". Aún así, confía en que para final de año se lleguen a vender todas las viviendas. El precio es un reclamo importante y en cuestión de dos años las cosas habrán cambiado. Un piso de dos habitaciones y dos baños, con garaje, trastero y la cocina montada viene a costar 73.000 euros. Ahora, los que están sin vender pasarán de nuevo al sorteo de Etxebide. Mientras, la comisión de intervención seguirá trabajando para mejorar las relaciones en el barrio. "No se puede decir que no hayamos desplegado medios para solucionar el conflicto". El comité creado está integrado por el jefe de policía de Margen Izquierda de la Ría, el jefe de la comisaría de la Cantera, la directora del Observatorio de la convivencia, el jefe del servicio de Vivienda, una técnico de Lan Ekin-tza, dos personas de Bizigune, una letrada y un técnico de menores. La Policía incluso dispone de llaves de los garajes para evitar robos. medidas · Diagnóstico. Se realizó un diagnóstico para conocer la conflictividad de cada familia que vive en las calles Saralegi, Olano y Mina San Luis. Se detectaron problemas de ruidos y convivencia no graves en algunos portales pero se encendió la luz roja en el portal número 8. · Convivencia. Había problemas de convivencia, muchos vecinos no respetaban los espacios comunes, se producían peleas, robos y hasta un caso de hacinamiento. · Recursos. Se han buscado recursos para paliar los problemas. Cada uno cumple con sus obligaciones y a cambio se le ofrecen salidas a sus necesidades. Uno de los núcleos familiares que vivía hacinado ya no reside en el mismo piso. · Recogida de objetos. Un camión pasó, una vez cumplido el plazo que se les dio para desalojar los espacios comunes, y se llevó todo lo que no estaba en su sitio. · Lonjas vacías. Se venderán únicamente a los proyectos de proximidad que den vida al barrio. La parte no es el todo Lo cierto es que dicho de carrerilla los problemas del portal número 8 de Miribilla asustan. Así que, no resulta extraño que a los responsables de Vivienda les esté costando vender los pisos. Tampoco es de extrañar que pudieran desanimarse después de todos los esfuerzos que se están haciendo desde las instituciones para regenerar esa zona si unos pocos consiguieran teñir todo lo que se ha podido avanzar. A los responsables de Vivienda les preocupa, y mucho, la situación, hasta el punto de haber creado una comisión interdisciplinar para atajar lo que de continuar así podría llevar a la degradación del barrio. Porque de momento, aunque resulte llamativo, el portal número 8 de Miribilla, sólo es una parte del todo que se está regenerando. Un barrio con colegio, una nueva iglesia, cafeterías, en un futuro buenos accesos hacia la autopista y hacia el Casco Viejo y buenas viviendas. Como decía uno de los vecinos, "antes vivíamos en Cantarranas y ahora en Miribilla, pero somos los mismos", así que habrá que esperar a que empezando por la regeneración urbanística se pueda llegar también a la regeneración social. >O.S.
DEIA.com

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