José Manuel Lizarraga, edil del PP en Hondarribia, pone un anuncio en prensa para conseguir un empleo complementario que le permita llegar a fin de mes
DV. «Concejal víctima del terrorismo busca trabajo compatible con escolta». Es el anuncio por palabras que mañana aparecerá en las páginas de este periódico. Detrás de él, está la historia de José Manuel Lizarraga, edil del PP en el Ayuntamiento de Hondarribia, que ha decidido dar un golpe de efecto después de años, concretamente los nueve que lleva escoltado, vagando por un sinfín de puestos. «El tema ya me ha cansado», asegura. «Es una llamada de atención para que la gente sepa que si la situación, más en estos momentos, es complicada para todos, nosotros tenemos además un factor añadido».
José Manuel ha trabajado «en fábricas, como reponedor y vendedor de muebles en una gran superficie, en una empresa de artes gráficas...», explica. «Pero en algunos sitios me ha resultado muy difícil compaginar; por ejemplo, ser expendedor de gasolina en un surtidor con tener dos escoltas allí todo el día».
Su problema es doble. Por un lado, la seguridad. «Es complicado estar de cara al público todo el día con el mismo horario». Y, por otro, la imagen. «A ningún empresario lógicamente le hace gracia que estés con escolta en tu puesto y que pueda haber problemas en su establecimiento», asegura, aunque pocos son los que lo reconocen abiertamente a la hora de «contratarte o no renovarte».
José Manuel habla con conocimiento de causa. «Antes de presentarme como concejal al Ayuntamiento de Irun, en 1999, trabajaba en un almacén de maderas; a los quince días de firmar la renovación me despidieron y aunque nunca me dijeron que era por eso, era evidente. No es normal que te renueven y a los días te den la carta de despido», explica.
Desde entonces, su «pelea» constante para encontrar un trabajo que le permita complementar su sueldo como cargo público ha sido ardua. «La política te permite vivir exclusivamente de ella cuando tienes suerte y estás en una institución o en un gobierno municipal, pero si estás en la oposición, como yo ahora, necesitas otra fuente de ingresos para vivir», asegura este hombre de 41 años, casado y con dos hijos, que busca trabajo, «a poder ser», relacionado con su profesión de economista.
«Me gustaría un puesto en el departamento financiero de alguna empresa, o de administrativo, o en algo relacionado con la fotografía -su otra pasión- y que se lleve a cabo en algún lugar cerrado», se ofrece, esperando que su anuncio obtenga una «respuesta positiva». Tampoco renuncia, sin embargo, a cualquier otra oferta, más o menos estable. «En el último año y medio, he estado haciendo trabajos de más exigencia física, pero con un horario que me permitía que los escoltas me llevaran y luego me recogieran», indica. «Pero eso también levanta sospechas entre los compañeros y, al final, en un puesto, aunque mis jefes de turno estaban contentos, me dijeron que no volviera. ¿El argumento de la ETT intermediaria? 'No es por tu trabajo...'».
«Coger las maletas y...»
El caso de Lizarraga no es único, «pero la mayoría lo viven de forma anónima, sólo saben lo que pasa su familia y su entorno», asegura. «La gente no valora el esfuerzo que hacemos para estar aquí todos los días», dice, porque «lo más fácil hubiera sido coger las maletas y marcharme de aquí, a Valencia, a Madrid, a Murcia, donde alguien de mi partido me hubiera podido echar una mano».
Pero el compromiso que adquirió con el PP vasco, en el que conocen sus dificultades «pero quizá no se valora tanto mi situación porque todos estamos igual», y el hecho de tener en Gipuzkoa a su familia, le ha echado para atrás. «Vivir así desgasta mucho, sobre todo en lugares pequeños, pero si todos nos vamos... Además, no es fácil que alguien te releve, no hay renovación, aunque en privado te den su apoyo».
Lizarraga, hijo de la que también fuera edil popular en Hondarribia, Rosario Dorda, quien sufrió un atentado en su domicilio en 2001, está dispuesto a seguir buscando empleo, si hace falta a base de remover conciencias. «Yo quiero quedarme aquí, pero no todos los concejales podemos vivir de una manera digna porque no tenemos ingresos suficientes. Por eso, espero que lo que no han conseguido los terroristas, que es echarnos, lo consiga la falta de empleo».
DV. «Concejal víctima del terrorismo busca trabajo compatible con escolta». Es el anuncio por palabras que mañana aparecerá en las páginas de este periódico. Detrás de él, está la historia de José Manuel Lizarraga, edil del PP en el Ayuntamiento de Hondarribia, que ha decidido dar un golpe de efecto después de años, concretamente los nueve que lleva escoltado, vagando por un sinfín de puestos. «El tema ya me ha cansado», asegura. «Es una llamada de atención para que la gente sepa que si la situación, más en estos momentos, es complicada para todos, nosotros tenemos además un factor añadido».
José Manuel ha trabajado «en fábricas, como reponedor y vendedor de muebles en una gran superficie, en una empresa de artes gráficas...», explica. «Pero en algunos sitios me ha resultado muy difícil compaginar; por ejemplo, ser expendedor de gasolina en un surtidor con tener dos escoltas allí todo el día».
Su problema es doble. Por un lado, la seguridad. «Es complicado estar de cara al público todo el día con el mismo horario». Y, por otro, la imagen. «A ningún empresario lógicamente le hace gracia que estés con escolta en tu puesto y que pueda haber problemas en su establecimiento», asegura, aunque pocos son los que lo reconocen abiertamente a la hora de «contratarte o no renovarte».
José Manuel habla con conocimiento de causa. «Antes de presentarme como concejal al Ayuntamiento de Irun, en 1999, trabajaba en un almacén de maderas; a los quince días de firmar la renovación me despidieron y aunque nunca me dijeron que era por eso, era evidente. No es normal que te renueven y a los días te den la carta de despido», explica.
Desde entonces, su «pelea» constante para encontrar un trabajo que le permita complementar su sueldo como cargo público ha sido ardua. «La política te permite vivir exclusivamente de ella cuando tienes suerte y estás en una institución o en un gobierno municipal, pero si estás en la oposición, como yo ahora, necesitas otra fuente de ingresos para vivir», asegura este hombre de 41 años, casado y con dos hijos, que busca trabajo, «a poder ser», relacionado con su profesión de economista.
«Me gustaría un puesto en el departamento financiero de alguna empresa, o de administrativo, o en algo relacionado con la fotografía -su otra pasión- y que se lleve a cabo en algún lugar cerrado», se ofrece, esperando que su anuncio obtenga una «respuesta positiva». Tampoco renuncia, sin embargo, a cualquier otra oferta, más o menos estable. «En el último año y medio, he estado haciendo trabajos de más exigencia física, pero con un horario que me permitía que los escoltas me llevaran y luego me recogieran», indica. «Pero eso también levanta sospechas entre los compañeros y, al final, en un puesto, aunque mis jefes de turno estaban contentos, me dijeron que no volviera. ¿El argumento de la ETT intermediaria? 'No es por tu trabajo...'».
«Coger las maletas y...»
El caso de Lizarraga no es único, «pero la mayoría lo viven de forma anónima, sólo saben lo que pasa su familia y su entorno», asegura. «La gente no valora el esfuerzo que hacemos para estar aquí todos los días», dice, porque «lo más fácil hubiera sido coger las maletas y marcharme de aquí, a Valencia, a Madrid, a Murcia, donde alguien de mi partido me hubiera podido echar una mano».
Pero el compromiso que adquirió con el PP vasco, en el que conocen sus dificultades «pero quizá no se valora tanto mi situación porque todos estamos igual», y el hecho de tener en Gipuzkoa a su familia, le ha echado para atrás. «Vivir así desgasta mucho, sobre todo en lugares pequeños, pero si todos nos vamos... Además, no es fácil que alguien te releve, no hay renovación, aunque en privado te den su apoyo».
Lizarraga, hijo de la que también fuera edil popular en Hondarribia, Rosario Dorda, quien sufrió un atentado en su domicilio en 2001, está dispuesto a seguir buscando empleo, si hace falta a base de remover conciencias. «Yo quiero quedarme aquí, pero no todos los concejales podemos vivir de una manera digna porque no tenemos ingresos suficientes. Por eso, espero que lo que no han conseguido los terroristas, que es echarnos, lo consiga la falta de empleo».
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