miércoles, 29 de junio de 2011

La crisis dispara la inseguridad en los españoles


El 66% ve España más insegura, aunque su primera inquietud es el paro y la economía. La seguridad inquieta sólo a un 1,5%, pero casi el 70% exige más cámaras de vigilancia

El mundo parece desmoronarse ante los ojos angustiados de los españoles. El recelo, la incertidumbre o incluso el miedo crecen a una velocidad insólita entre la población. Sólo uno de cada diez ciudadanos considera que el planeta es ahora un lugar más seguro que hace apenas cinco años. Y la misma aprehensión suscita la realidad española en su conjunto: dos de cada tres ciudadanos consideran que España es menos segura que cinco años atrás.
Las mujeres y aquellas personas de entre 45 y 54 años son los ciudadanos que mayor angustia expresan ante el mundo que los rodea: alrededor del 70% de ellos lo percibe más inseguro que hace cinco años. Pero, aun así, la sensación de inseguridad afecta a todos los estratos sociales: alcanza a más del 60% entre los ricos y se acerca al 70% entre los más pobres. Son datos del último barómetro del CIS, realizado a comienzos de mayo pasado.
El impacto de estas percepciones sobre el binomio seguridad-libertad está siendo demoledor: actualmente, sólo un 28% prefiere tener más libertad si "eso implica perder algo de seguridad", mientras que casi el 64% está dispuesto a sacrificar "algo de libertad" a cambio del máximo de seguridad. A partir de ahí, podría parecer que los ciudadanos españoles viven aterrados por la situación de inseguridad pública. Y, de hecho, casi el 70% de los consultados se muestran partidarios de instalar más cámaras de videovigilancia en los espacios colectivos (frente a menos de un 14% que se manifiesta en contra).
Vistas en detalle, estas actitudes son aún más categóricas. Por ejemplo, casi el 82% de los ciudadanos apuesta por instalar cámaras de seguridad en colegios y guarderías (cuatro puntos más que hace dos años), mientras que cerca de un 80% (cinco puntos más) apoya su instalación en los transportes. Y un 66% (quince puntos más que en el 2009) quiere implantar la videovigilancia en las comunidades de vecinos, e incluso un 56% (once puntos más) apoya la instalación de cámaras en sus lugares de trabajo.
Estas percepciones parecen dibujar una sociedad española atenazada por el miedo a salir de casa. Y, sin embargo, cuando se pregunta a los ciudadanos por el problema que más les afecta personalmente, sólo un 1,5% alude a la inseguridad pública. En primer lugar figura el paro (36,5%), seguido de las dificultades económicas (22,7%) y, ya a gran distancia, de la clase política (3,9%).
¿Qué temen, entonces, los españoles? La respuesta se centra, sin duda, en el derrumbe del mundo que han conocido y en el desplome de las certezas que han dado seguridad a sus vidas. Pero ese derrumbamiento tiene más que ver con la crisis de la economía que con los atracos callejeros. No hay más que ver el índice de riesgos que expresan los ciudadanos. Ciertamente, más de la mitad juzgan muy o bastante probable ser víctimas de un robo; una percepción que apenas distingue de sexo, edad o filiación partidista. Pero a renglón seguido una proporción similar de consultados considera muy probable quedarse "sin el dinero necesario para atender las necesidades básicas de su familia". Y lo que es más significativo: una cifra mucho mayor, casi el 80%, ve aún más probable quedarse en paro.
Claro que si se interroga directamente a los ciudadanos sobre sus mayores temores, la respuesta clarifica el origen de la incertidumbre. A la pregunta sobre "qué es lo que le da más miedo que le pueda ocurrir", los españoles se centran mayoritariamente en dos eventualidades relacionadas con la crisis: quedarse sin el dinero necesario para sus necesidades básicas (35,5%) o perder su empleo (32,2%). Sólo un 15,5% señala un robo o un atraco como los sucesos que le provocan más miedo en este instante, mientras que otro 12% alude a la pérdida de sus ahorros.
En definitiva, la crisis económica y los inevitables recortes en el sistema de protección social están teniendo un impacto que reduce a la categoría de anécdota la cifra de indignados que han venido ocupando algunas plazas de las ciudades. La verdadera cifra relevante afecta a otra categoría no menos inquietante desde el punto de vista social y político: los angustiados, asustados o directamente aterrados. No son cientos ni miles: son millones.

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