La premisa parece clara para la policía, los profesores y los responsables del Plan Municipal de Drogodependencias. Una lucha sin cuartel contra el trapicheo y consumo de drogas en los centros educativos de Valencia y sus alrededores. Desde hace varias semanas, agentes uniformados y de paisano asedian a los traficantes que venden estupefacientes en las puertas de varios institutos.
Además del acoso policial, los psicólogos municipales imparten cada año unas 140 charlas en los centros escolares para corregir conductas adictivas y explicar a los alumnos los graves efectos de las drogas. Pero los trozos de hachís, las bolsitas de marihuana y los gramos de cocaína siguen pasando de mano en mano en corrillos de menores, separados unos metros del resto de escolares, durante la media hora del recreo o a la salida de las clases.
Un equipo de reporteros de LAS PROVINCIAS fue testigo varios días de cómo consumen droga los estudiantes tras comprarla junto al instituto durante el recreo. Algunos jóvenes mayores de edad salen a la calle para fumar marihuana y luego regresan a las aulas con su capacidad de atención mermada por los efectos alucinógenos.
El pasado martes, una patrulla de la Policía Nacional de la comisaría de Abastos sorprendió a un alumno del complejo educativo de la Misericordia cuando presuntamente trapicheaba con dos bolsitas de marihuana. «Lo peculiar del caso fue que el chico no se dio cuenta de la presencia de los policías hasta que los tenía prácticamente encima. Y eso que iban de uniforme», afirma un testigo.
El estudiante de 17 años fue multado por tenencia de drogas en un lugar público, concretamente en la acera de su instituto. Segundos antes de ser identificado, el menor tiró al suelo una de las bolsitas de marihuana, pero un policía lo vio.
La dirección del centro expulsó temporalmente al joven, y la policía remitió a la Fiscalía de Menores tanto las diligencias como el acta de incautación de la droga. Tres días después, el alumno volvió al complejo educativo y explicó a sus compañeros que debía pagar una multa de 1.700 euros.
La cantidad de marihuana que llevaba se encuentra dentro del límite para consumo propio, y por eso se libró de una detención y de una acusación por un delito contra la salud pública. Además, el menor negó a la policía que la droga aprehendida fuera para venderla al menudeo.
Intervenciones como esta se repiten todos los días en las puertas y alrededores de varios institutos de Valencia. La Policía Nacional colabora de forma activa en un plan para prevenir el trapicheo y consumo de drogas en el entorno escolar. «El objetivo de estas actuaciones policiales es también erradicar conductas violentas y delictivas», asevera Manuel Castilla, portavoz de la Jefatura Superior de Policía.
«Para conocer mejor la problemática nos reunimos con los responsables de los centros y después se actúa tanto en la faceta preventiva como policial», añade Castilla. El año pasado, la Policía Nacional desmanteló 15 puntos de venta de droga junto a colegios o institutos en la provincia de Valencia. También estuvo presente la policía en 235 reuniones con profesores y directores de centros escolares.
Los institutos de la Misericordia, Ciudad del Aprendiz y Joanot Martorell son tres de los complejos educativos con mayor vigilancia policial y privada. A pesar de la presencia diaria de la policía, una veintena de alumnos fuman porros en la plaza Colonia Española de Méjico y las calles Casa de la Misericordia y Pintor Rafael Solbes, entre otras.
El consumo de drogas en estos puntos es un secreto a voces. Los profesores y bedeles saben del trapicheo de marihuana y hachís, pero no pueden hacer nada para evitarlo. O casi nada. Todo sucede fuera del centro escolar. Una llamada telefónica al 091 o un requerimiento a la Policía Nacional en la próxima reunión es su único recurso.
El pasado curso, una bedel se implicó más en la causa antidroga y eso le costó un disgusto. La mujer sufrió la ira de dos traficantes a los que había recriminado por vender hachís a unos escolares.
La víctima fue atacada cuando entraba con su coche en el complejo educativo. Los dos individuos se abalanzaron sobre el vehículo y comenzaron a golpearlo con gran violencia. Su marido y su hija de corta edad estaban dentro del turismo. Fueron momentos de gran tensión y nerviosismo que terminaron gracias a la valiente actuación de un vigilante de seguridad. Los 'camellos' huyeron tras agredir al guardia jurado e incluso intentaron atropellarlo con un coche, pero la bedel no sufrió ningún daño físico.
Según los datos que maneja el Plan Nacional sobre Drogas, el repunte del consumo de algunas sustancias estupefacientes genera también un mayor fracaso escolar en algunos centros. Un alumno se desconcentra después de fumar un porro y no es capaz de comprender las explicaciones del profesor. Su motivación y capacidad de memorizar es menor.
Toxicómanos muy precoces
La edad de inicio de consumo de hachís es cada vez más temprana. La de esta droga ya se sitúa en los 13 años. «El cerebro no acaba de desarrollarse hasta pasados los 20 años, y cuanto antes empiezan a consumir sustancias estupefacientes más pronto pueden aparecer los problemas psicológicos», afirma Armando Serrano, responsable de prevención escolar del Plan Municipal de Drogodependencias.
Las encuestas escolares y estadísticas policiales evidencian el problema del consumo de cannabis entre los jóvenes. En sólo un año, las unidades de conductas adictivas (UCAS) de la Generalitat Valenciana atendieron a 900 menores enganchados al hachís. Pero lo más grave es que, en algunos casos, los afectados no superaban los 10 años de edad.
A los centros especializados en drogodependencias también llegan niños de 12 años adictos a la cocaína. Son menores de familias desestructuradas que malviven en ambientes marginales. Sin embargo, los expertos sanitarios alertan de que esta problemática afecta a todas las clases sociales.
El consumo de droga está detrás también de los comportamientos violentos que presentan muchos jóvenes hoy en día. «Tienen una agresividad que no es propia de la adolescencia, sino consecuencia de la cocaína y el alcohol», asegura Armando Serrano.
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