La crisis hacía presumir un asalto masivo a los supermercados por masas de ciudadanos famélicos. Pero no, hay más picardía que otra cosa
RAÚL GIL Parece que la situación económica, aunque grave, no es aún asfixiante y esto no se traduce en hurtos masivos de chopped, yogures y leche en polvo en las estanterías de cualquier hipermercado de la capital. No es masivo pero sí más frecuente. Según reconocen varios encargados de un supermercado de Hoya de la Plata a este periódico, sí se ha notado en el último año y medio un aumento de los robos de alimentos.
"Esos hurtos habían casi desaparecido hace dos años, los delincuentes preferían robar juegos de videoconsola y cosas así para revenderlos luego o cambiarlos por dinero, pero de un año para acá sí hemos notado más robos de comida", explica un encargado que quiere permanecer en el anonimato. Esta versión la corrobora un empleado de seguridad del mismo centro. "Sí hay más robos de comida pero no se crea que es de gente que pasa necesidades, no, nada de eso, es de pibes que quieren sacarse unas perras robándole a los abuelos que no se atreven", asegura otro trabajador anónimo. Cuenta este vigilante que han descubierto cómo se multiplican los robos a la carta, es decir, algunos jubilados les dan a los jóvenes sin reparos para hurtar una lista de los productos que necesitan que luego les pagan a la mitad del precio que marca la mercancía. "Y no se crea que es mortadela o agua, no, piden embutidos ibéricos, quesos o vinos caros", afirma el guardián. Un fenómeno que no han detectado estos empleados en el interior del híper es el de los "consumos ilegales". Es decir, gente que se come la mercancía dentro del supermercado para no pasarla por caja. "Esos consumos son insignificantes y suelen limitarse a yogures, papas fritas o galletas, de todas formas solemos detectarlos con el sistema de cámaras de vigilancia y se les obliga a abonarlos", explica el encargado.
En un supermercado de El Batán ocurre algo parecido. "Gente que se coma los productos dentro del supermercado se ve muy rara vez, sí hemos visto algunas veces botellas pequeñas de agua o refresco vacías bajo las estanterías, o algún yogur abierto, pero eso suelen hacerlo chicos jóvenes o adolescentes que salen de clase o de jugar un partido, nunca hemos visto a un señor o señora con sus hijos abriendo panes y metiéndoles embutido dentro para comérselos", explica una encargada que tampoco quiere dar su nombre. "El que viene a robar se lleva botellas de alcohol o colonias, no comida".
En otro súper de Divina Pastora se repite la misma queja. "Lo que más nos roban son las botellas de ron y güisqui que luego se las venden a los bares del mismo barrio a tres euros, eso debería controlarlo más la policía porque si vienen a robar botellas es porque tienen bares que se las compran". El encargado rechaza la tesis de que la crisis obligue a robar comida de los supermercados. "Lo que ha hecho la crisis es obligar a la gente a gastar menos, si antes llenaban la cesta sin mirar el precio y se gastaban 50 euros, ahora no se pasa de 20, pero no hay más robos por hambre. Si alguien no tiene dinero para pagarse un paquete de azúcar, se la pago yo mismo y ya me la devolverá".
"Esos hurtos habían casi desaparecido hace dos años, los delincuentes preferían robar juegos de videoconsola y cosas así para revenderlos luego o cambiarlos por dinero, pero de un año para acá sí hemos notado más robos de comida", explica un encargado que quiere permanecer en el anonimato. Esta versión la corrobora un empleado de seguridad del mismo centro. "Sí hay más robos de comida pero no se crea que es de gente que pasa necesidades, no, nada de eso, es de pibes que quieren sacarse unas perras robándole a los abuelos que no se atreven", asegura otro trabajador anónimo. Cuenta este vigilante que han descubierto cómo se multiplican los robos a la carta, es decir, algunos jubilados les dan a los jóvenes sin reparos para hurtar una lista de los productos que necesitan que luego les pagan a la mitad del precio que marca la mercancía. "Y no se crea que es mortadela o agua, no, piden embutidos ibéricos, quesos o vinos caros", afirma el guardián. Un fenómeno que no han detectado estos empleados en el interior del híper es el de los "consumos ilegales". Es decir, gente que se come la mercancía dentro del supermercado para no pasarla por caja. "Esos consumos son insignificantes y suelen limitarse a yogures, papas fritas o galletas, de todas formas solemos detectarlos con el sistema de cámaras de vigilancia y se les obliga a abonarlos", explica el encargado.
En un supermercado de El Batán ocurre algo parecido. "Gente que se coma los productos dentro del supermercado se ve muy rara vez, sí hemos visto algunas veces botellas pequeñas de agua o refresco vacías bajo las estanterías, o algún yogur abierto, pero eso suelen hacerlo chicos jóvenes o adolescentes que salen de clase o de jugar un partido, nunca hemos visto a un señor o señora con sus hijos abriendo panes y metiéndoles embutido dentro para comérselos", explica una encargada que tampoco quiere dar su nombre. "El que viene a robar se lleva botellas de alcohol o colonias, no comida".
En otro súper de Divina Pastora se repite la misma queja. "Lo que más nos roban son las botellas de ron y güisqui que luego se las venden a los bares del mismo barrio a tres euros, eso debería controlarlo más la policía porque si vienen a robar botellas es porque tienen bares que se las compran". El encargado rechaza la tesis de que la crisis obligue a robar comida de los supermercados. "Lo que ha hecho la crisis es obligar a la gente a gastar menos, si antes llenaban la cesta sin mirar el precio y se gastaban 50 euros, ahora no se pasa de 20, pero no hay más robos por hambre. Si alguien no tiene dinero para pagarse un paquete de azúcar, se la pago yo mismo y ya me la devolverá".
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