Hasta la madrugada del jueves, un helicóptero y un contigente de Mossos d'Esquadra vigilaron atentamente la montaña de Montjuïc en toda su extensión como punto final del operativo de seguridad que ha convertido este último derbi en el estadio Lluïs Companys en el más largo de la historia.
Con los precedentes del pasado derbi liguero, el de las bengalas, donde la imagen final general fue de caos, desconcierto y hasta de una percepción de inseguridad, la oportunidad de preparar un segundo derbi cuatro meses después llegó inopinadamente gracias a la Copa del Rey, primero como un reto y al final como un éxito en materia de la mejora y evolución de la seguridad.
Sin incidentes
No sólo porque se saldó sin incidentes sino sobre todo porque se superaron diferencias pasadas y porque, con la perspectiva del tiempo, el desastre del 27 de septiembre habrá servido para asumir ya para siempre y con todas las consecuencias que nadie puede bajar la guardia.
El último derbi celebrado este miércoles fue, por todas estas razones, muy especial, el primero en la historia de la rivalidad en que se registró a todos los espectadores y se impidió la entrada a aficionados radicales. "No es lo normal ni es frecuente y supone molestias y esperas para los aficionados, pero así lo quería el Espanyol y esta vez, la verdad, tocaba hacer las cosas de esta forma", admite el responsable de Mossos d'Esquadra, el Intendente Antoni Antolín.
Un estadio complicado
Montjuïc es un estadio "complicado porque es muy abierto y porque los accesos cuestan mucho de controlar. Pongo como ejemplo contrario el Camp Nou como estadio urbano, con vías de acceso y desalojo que es posible controlar porque las bocas de metro, los parkings y las paradas de autobuses están cerca del estadio. En Montjuïc, en este caso, hubo que cubrir todo el perímetro de la montaña ante el riesgo de que, antes o después del partido, pudieran actuar grupos de radicales contra aficionados que iban de regreso a sus casa tras el partido".
También estima que tras lo ocurrido en el derbi de la Liga "todos hemos trabajado mejor y más conjuntamente. Es clave, en este sentido, que el propio club decida, porque le asiste esa potestad, aplicar el derecho de admisión contra quienes considera peligrosos. A partir de ahí, nuestro cuerpo ha podido trabajar con un guión más claro". El dispositivo de alto riesgo fue "exhaustivo", esta vez.
La apuesta de la junta del Espanyol por el máximo rigor y control de la situación, a base de duplicar la seguridad privada, era por otro lado la única posible, puesto que tras recibir el apercibimiento de cierre no podía arriesgarse a que se produjera el menor incidente esta vez. De ahí su propuesta de registros masivos que, sin embargo, hubo que aliviar ante el riesgo de avalanchas y de tensiones por parte de sus propios aficionados que temían no poder entrar a tiempo por la lentitud con que avanzaban las colas. "Algunos aficionados llegaron justos de tiempo, pero todo ha ido bien", añade Antoni Antolín. "Cada operativo nos sirve a todos para aprender", dice.
Control de los radicales
Al extremar las medidas de control sobre la venta de localidades se evitó que los colectivos radicales pudieran disponer de entradas. Además, la venta exclusiva de entradas a través de los socios del Espanyol permitió que los Mossos llevaran a cabo identificaciones y registros en los lugares habituales de radicales del Barça para confirmar que, como se suponía, no dispusieran de entradas para el partido. Al final, sólo accedieron los pocos barcelonistas que, con amigros socios del Espanyol, fueron invitados a adquirir su entrada. El próximo derbi, en Cornellá-El Prat. Cuando toque.
http://www.elmundodeportivo.es/web/gen/20090123/noticia_53625162183.html
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