Hace bastante tiempo que estoy recordando, como así publican este fin de semana los medios de comunicación, mi preocupación sobre la protección de nuestro legado artístico. Los recientes y asombrosos robos del Códice Calixtino de la catedral de Santiago de Compostela y de un dibujo de Picasso en la Weinstein Gallery de San Francisco, que han recogido todos los medios de comunicación, como bien indica ABC, representan un clamoroso fallo de seguridad; algo que, desgraciadamente, puede ocurrir en cualquier momento en todos los museos, especialmente en los españoles, por no intentar establecer nuevas normas para su mantenimiento y custodia, que sigue siendo, esencialmente, la de hace siglos.
Este aspecto de seguridad me ha ocupado, y preocupado mucho por varias razones, tanto personalmente como en mi condición de presidente del Consell Valencià de Cultura, que me ha permitido conocer además de grandes e importantes museos, muchas obras de arte en pequeñas ciudades de la Comunidad Valenciana.
Así, me preocupa mucho y me ha provocado algún que otro desagradable incidente, la desgraciada costumbre de muchas personas de acercarse demasiado y tocar, o casi, obras de arte, especialmente pinturas. O la no menos frecuente costumbre de los responsables de preservar y mostrar el valioso patrimonio de sus colecciones de no llevar guantes cuando manejan libros incunables u otras piezas de gran categoría. Todos sabemos que el manejo deteriora sensiblemente la vida de dichas piezas de arte.
Aparte de estas críticas, conviene actuar para proteger mejor nuestra riqueza y legado artístico. La propuesta que voy a hacer permitiría también el que muchos de los vigilantes que actualmente se aburren y se cansan de estar tanto tiempo de pie sean más efectivos. Además, una gran proporción de los pocos fondos destinados a museos, utilizarlos de mejor manera, sustituyendo a parte del personal, empleado en obsoletas tareas de vigilancia, por expertos en mecanismos de seguridad de alta tecnología.
Los visitantes serían informados de las nuevas medidas de seguridad que impedirían acercarse a más de una distancia considerada oportuna de las piezas de arte porque si lo hacen, inmediatamente se dispararían alarmas y otras medidas de seguridad controladas desde una oficina central que es el lugar donde deben recolocarse parte de los vigilantes.
Algo de esto ya se está empezando a hacer en algunos museos y, desde luego, es corriente en grandes almacenes. Mientras tanto podría evitarse el acercamiento a dichas obras poniendo un cordón y anunciando la prohibición de tocar o acercarse demasiado a dichas obras. Con los desarrollos técnicos de que disponemos, incluso debemos ir más allá y aspirar a colocar a las obras de arte alguna alarma invisible que advirtiera de un robo metros antes de llegar a la salida de los museos, como ocurre ya en las tiendas.
Finalmente, reitero que las propuestas no son pérdidas de puestos de trabajo, sino todo lo contrario, mejorarlos, y en este sentido, seguro que más personas están dispuestas a ayudar en la enseñanza de nuestras joyas.
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