El acusado sostiene que la víctima estaba muy agresiva y que tuvo que defenderse con un cuchillo l Los testigos ofrecen versiones confusas sobre lo ocurrido
Oviedo, L. Á. VEGA
Los forenses que realizaron la autopsia del cuerpo de Miguel Rodríguez Morán, el vigilante de seguridad gijonés apuñalado mortalmente en el pub El Diamante, de Pola de Siero, descartaron ayer que hubiese sido herido de forma accidental, tal como dijo el acusado, Adrián C. P., en la primera jornada del juicio por jurado que se celebra en la Sección Segunda de la Audiencia. Los testigos que declararon ayer ofrecieron versiones confusas. La camarera del local y una amiga de ésta fueron un poco más claras, pero el resto, incluida la novia del presunto homicida, aseguraron haber visto muy poco de lo ocurrido.
El pasado lunes, en la primera jornada del juicio, Adrián C. P. declaró que la víctima se lanzó contra él y que ambos cayeron al suelo, momento en el que debió producirse el pinchazo. El acusado negó haber lanzado golpe alguno con la navaja de 16,5 centímetros de hoja que hirió mortalmente a Rodríguez. El informe de los forenses echó ayer por tierra esa versión. Uno de ellos, Javier Dorado indicó que no se trató de «un mero pinchazo, el golpe tuvo que hacerse con una fuerza importante». El cuchillo entró «por el lado derecho del tórax, atravesó el pericardio, y perforó la aurícula derecha del corazón, que, como se sabe, está en el lado izquierdo del pecho», indicó. El arma siguió una trayectoria horizontal y diagonal, de adelante hacia atrás.
Dorado indicó que, si la víctima hubiese resultado herida al caerse accidentalmente sobre la navaja, se tendrían que haber encontrado lesiones cutáneas en la zona de entrada, causadas por el mango, algo que no se aprecia. Los forenses encontraron pequeñas lesiones en la ceja izquierda, en la mejilla y otras partes de la cabeza, así como en una mano, que indican que hubo «algún intercambio de golpes».
El forense César Luis Conti encontró alcohol (dos gramos de etanol por litro de sangre) y cocaetileno, que se produce en el hígado por la metabolización de la cocaína mezclada con el alcohol, y que tiene un efecto más tóxico y duradero en el cuerpo que la cocaína por sí sola. Conti reconoció a preguntas de la defensa que esta mezcla «potencia el componente eufórico, así como la hiperactividad motora», aunque también reconoció que le faltan datos para establecer el grado de afectación de la víctima.
El dato es importante, puesto que el acusado sostiene que el fallecido estaba muy agresivo y que tuvo que defenderse con el cuchillo por tratarse de un hombre que «era el doble de grande de él». Se trata, sin duda, de una exageración, puesto que, según los forenses, la víctima medía 1,75 metros y pesaba unos 70 kilos.
Los testigos, además, señalan que el fallecido estaba de lo más tranquilo. Una testigo añadió que el acusado se unió en determinado momento a la víctima en la barra del bar y que parecían «amigos». En ese momento, «estaban metiéndose rayas, les vi jugar con las bolsas de cocaína», indicó la testigo.
Los forenses que realizaron la autopsia del cuerpo de Miguel Rodríguez Morán, el vigilante de seguridad gijonés apuñalado mortalmente en el pub El Diamante, de Pola de Siero, descartaron ayer que hubiese sido herido de forma accidental, tal como dijo el acusado, Adrián C. P., en la primera jornada del juicio por jurado que se celebra en la Sección Segunda de la Audiencia. Los testigos que declararon ayer ofrecieron versiones confusas. La camarera del local y una amiga de ésta fueron un poco más claras, pero el resto, incluida la novia del presunto homicida, aseguraron haber visto muy poco de lo ocurrido.
El pasado lunes, en la primera jornada del juicio, Adrián C. P. declaró que la víctima se lanzó contra él y que ambos cayeron al suelo, momento en el que debió producirse el pinchazo. El acusado negó haber lanzado golpe alguno con la navaja de 16,5 centímetros de hoja que hirió mortalmente a Rodríguez. El informe de los forenses echó ayer por tierra esa versión. Uno de ellos, Javier Dorado indicó que no se trató de «un mero pinchazo, el golpe tuvo que hacerse con una fuerza importante». El cuchillo entró «por el lado derecho del tórax, atravesó el pericardio, y perforó la aurícula derecha del corazón, que, como se sabe, está en el lado izquierdo del pecho», indicó. El arma siguió una trayectoria horizontal y diagonal, de adelante hacia atrás.
Dorado indicó que, si la víctima hubiese resultado herida al caerse accidentalmente sobre la navaja, se tendrían que haber encontrado lesiones cutáneas en la zona de entrada, causadas por el mango, algo que no se aprecia. Los forenses encontraron pequeñas lesiones en la ceja izquierda, en la mejilla y otras partes de la cabeza, así como en una mano, que indican que hubo «algún intercambio de golpes».
El forense César Luis Conti encontró alcohol (dos gramos de etanol por litro de sangre) y cocaetileno, que se produce en el hígado por la metabolización de la cocaína mezclada con el alcohol, y que tiene un efecto más tóxico y duradero en el cuerpo que la cocaína por sí sola. Conti reconoció a preguntas de la defensa que esta mezcla «potencia el componente eufórico, así como la hiperactividad motora», aunque también reconoció que le faltan datos para establecer el grado de afectación de la víctima.
El dato es importante, puesto que el acusado sostiene que el fallecido estaba muy agresivo y que tuvo que defenderse con el cuchillo por tratarse de un hombre que «era el doble de grande de él». Se trata, sin duda, de una exageración, puesto que, según los forenses, la víctima medía 1,75 metros y pesaba unos 70 kilos.
Los testigos, además, señalan que el fallecido estaba de lo más tranquilo. Una testigo añadió que el acusado se unió en determinado momento a la víctima en la barra del bar y que parecían «amigos». En ese momento, «estaban metiéndose rayas, les vi jugar con las bolsas de cocaína», indicó la testigo.
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