El séptimo mandamiento de Dios dice: «No robarás». Aunque a José R. L, uno de los dos sacerdotes vicarios de la Iglesia de Santa Cruz (Catedral Vieja), se le ha condenado por sus pecados según la ley de los hombres, porque trató de robar varias prendas de bastante valor en El Corte Inglés de Cádiz.
Cuando el vigilante de seguridad del centro comercial lo sorprendió 'in fraganti' -el pasado jueves 22 de septiembre, alrededor de las 15.47 horas-, el sacerdote llevaba encima dos camisas de marca, dos jerseys y una chaqueta, que había escondido en el interior de una especie de maletín de ordenador. Todo lo sustraído costaba más de 1.000 euros, así que al cura se le imputó un delito de hurto, que se aplica a los robos en los que el ladrón no utiliza violencia. Curiosamente, no se tuvo en cuenta que el sacerdote utilizó unos alicates con los que reventó las alarmas de seguridad que llevan las prendas, y así pasar desapercibido por el control magnético de salida.
El pasado lunes, José R. L. confesó todo lo que había hecho y admitió su culpa ante el juez Número 1 de Instrucción de Cádiz, que celebró un juicio rápido en el despacho del juzgado de guardia de al capital. La Fiscalía pedía para el sacerdote tres meses de prisión por el delito de hurto en grado de tentativa, pero como José R. L. reconoció los hechos, se le redujo finalmente la pena a una multa económica que no supera los 800 euros. Además, ya que se recuperaron las prendas robadas, también tendrá que hacerse cargo del pago de los daños que causó en las alarmas destrozadas.
Reincidente
Según las fuentes consultadas, al sacerdote no había estado fichado hasta ahora por la Policía, ni tenía antecedentes penales por robo. Sin embargo, el vigilante de seguridad que acudió al juicio a declarar como testigo aseguró que ya había sorprendido a José R. L. en diversas ocasiones robando, aunque a la vista del historial judicial del sacerdote, el guarda privado debió de tener caridad con él y decidió hacer la vista gorda. Hasta ahora, claro. Ya que el volumen de lo robado excedió los 400 euros, a partir de lo cuales se considera que se ha cometido un delito, en lugar de una falta. Como el vicario reconoció los hechos y se conformó con la condena, la sentencia ha pasado a ser firme.
En el Obispado de Cádiz, ayer aún no se había decidido qué medidas disciplinarias se adoptarían contra el sacerdote, que además de vicario de la Iglesia de Santa Cruz, era director espiritual de dos de las cuatro hermandades que tienen sede canónica en la Catedral Vieja. «Ahora estamos aún pendientes de saber qué ocurrió exactamente, de hablar con él para que nos explique que le pasó», declaró ayer a este periódico el vicario del Obispado, Guillermo Domínguez Leonsegui.
El párroco de la Iglesia de Santa Cruz, Balbino Reguera, y el otro vicario pastoral del templo, Pedro R. Molina, también declinaron hacer declaraciones sobre su compañero.
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