El Obispado de Lugo contratará agentes privados tras hallar forzada una puerta de acceso a la Catedral, en la que no se detectó robo alguno. En Santiago se potenciará el dispositivo si así lo aconseja el equipo que investiva el robo del Códice
El Cirsmón de Quiroga, una de las piezas más valoradas del Museo Catedralicio lucense
El último caso, en la Catedral de Lugo, en la ola de ataques contra los bienes artísticos y arquitectónicos de la Iglesia ha llevado al Obispado de Lugo a estudiar, como ocurre ya en la archidiócesis de Santiago, la implantación de un sistema de seguridad privado que proteja los bienes de su catedral y Museo Catedralicio.
Hace unos días, explicaba ayer el delegado de Patrimonio Artístico de la Diócesis Lucense, César Carnero, varias personas accedieron a la Catedral y su Museo. Tras subir por los andamios de las obras de restauración de la fachada y forzar una puerta, los desconocidos entraron en el despacho del director del Museo y llegaron a abrir vitrinas del mismo, «pero finalmente no se llevaron nada». Aunque el caso podría tratarse, en palabras de Carnero, de una simple «gamberrada», el fallo de seguridad ha hecho saltar la alarma de los responsables del templo, en el que actualmente solo existe un sistema de videovigilancia para evitar ataques contra el patrimonio.
Por ello, sus responsables avanzaron ayer que «probablemente» recurrirán a profesionales de seguridad para proteger el complejo. «Vamos a extremar las medidas de seguridad. Probablemente se contrate una empresa de seguridad privada para que vigile durante las horas en que no están los obreros y también para controlar con videocámaras las zonas que no estaban controladas», explicaba Carnero a Europa Press.
El fuerte incremento de las irrupciones y saqueos en templos de toda Galicia ha sido certificado en los últimos tiempos por el departamento de la Fiscalía de Galicia especializado en Patrimonio. Pero no fue hasta que se produjo el robo del Códice Calixtino cuando se divulgó en toda su extensión y gravedad este fenómeno, que los especialistas vinculan no solo a la crisis, sino a las escasas medidas de seguridad existentes en los recintos, muchos de ellos en zonas rurales y, por tanto, de fácil expolio.
El caso del Libro del Santo Jacobo, todavía abierto, llevó a la archidiócesis compostelana a abrir la puerta a reforzar la seguridad de su recinto clave (el Deán de la catedral, José María Díaz, avanzó a ABC que si el informe de la Policía así lo llega a aconsejar, se implementarán medidas adicionales). Y lo mismo puede ocurrir ahora en Lugo, donde el recurso a agentes privados se mantendría, al menos, mientras duren las obras de restauración del conjunto arquitectónico y especialmente fuera del horario de trabajo de los profesionales, con el objetivo de «minimizar los riesgos en el Museo».
Debate abierto
A raíz de lo ocurrido con el Códice Calixtino, el Fiscal Superior de Galicia, Carlos Varela, reconocía en una entrevista publicada en este diario la necesidad de abrir un futuro debate, en frío, sobre la seguridad del patrimonio eclesiástico. «Sabemos que hay un mercado ilícito de objetos sagrados: saquean las iglesias del rural, que están muy desprotegidas. Cuando hablamos ya de bienes como el Códice, de esta naturaleza, ahí las medidas de protección tienen que ser las máximas, no se puede ser ingenuo y pensar que si no se activan esas medidas de protección máximas los bienes no están en riesgo. Habrá que hacer un debate sobre si la vigilancia es la adecuada o no sobre estos bienes de incalculable valor», explicaba.
Más allá de las catedrales de Santiago y Lugo, los sistemas de seguridad en otros templos gallegos son disimilares. Lo más frecuente es una insuficiente, en opinión de los especialistas, combinación de cajas de seguridad, cámaras de vigilancia y controles de entrada en los accesos. En Ourense, ni el sistema de las alarmas ni la cámara de seguridad pudieron evitar la desaparición de la diadema de plata repujada del busto barroco de madera de la Dolorosa, ubicada en una capilla expuesta al público. El suceso ocurrió, a plena luz del día, un buen día de abril de 2008.
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