J.MORALES/S.FORNÓS | 27/12/2010 20:20
Imagen, ayer por la mañana, de las galerías interiores del edificio Bell-Park de la avenida Sant Jordi. - A.M
Los vecinos del edificio Bell-Park de Reus, ubicado en la avenida de Sant Jordi, hace tiempo que están estudiando la posibilidad de cerrar las galerías interiores, donde se encuentran las entradas a las diferentes comunidades y algunos bajos comerciales y de oficinas. Aunque la idea hace unos tres años que se está barajando, tal y como han reconocido a esta redacción fuentes de la mancomunidad de vecinos, durante las últimas semanas ha tomado más fuerza, hasta el punto que el pasado 13 de diciembre tuvo lugar una reunión donde volvió a tratarse el tema.
El Diari se dio una vuelta ayer al mediodía por la zona y pudo constatar, a través del testimonio y opinión de algunos vecinos, que el motivo principal por el que se están planteando cerrar esta zona de paso (que es de propiedad privada) es de seguridad e incivismo. Al tratarse de un lugar escondido, parte del vecindario se siente inseguro y se queja también de la presencia puntual de jóvenes que practican ‘botellón’ o molestan al circular con bicicleta o patines.
La dificultad para, finalmente, tomar la decisión de cerrar las galerías radica en el hecho de poner de acuerdo a una comunidad de vecinos muy numerosa. Exactamente, el edificio Bell-Park está compuesto por siete comunidades, con 38 pisos cada una de ellas. Eso significa que, calculando una media de tres personas por vivienda, en esta conocida urbanización de la avenida de Sant Jordi residen cerca de 800 personas.
La idea de cerrar estas galerías nació a finales de 2007. Por aquellas fechas se sucedieron varios robos en locales comerciales y oficinas. Concretamente, una academia sufrió dos en tan sólo 15 días. Se da la circunstancia de que la mancomunidad de vecinos tiene contratada desde hace años vigilancia de seguridad privada, aunque ésta trabaja en horario de noche.
Hace un mes, los vecinos del barrio Niloga también decidieron cerrar una zona de paso por motivos de seguridad. A diferencia del Bell-Park, en este caso se trataba de un espacio sin ningún tipo de vida comercial ni de locales, por lo que los vecinos decidieron tapiar los pórticos. En aquella ocasión saltó la polémica entre los propietarios, ya que los que vivían justo encima sí que querían su cierre, mientras que el resto no, ya que se cortaba una zona de paso.
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