La persecución policial del botellón (46.000 denuncias por beber en la calle en los nueve primeros meses del año) y el brusco descenso de las temperaturas han conducido a los jóvenes madrileños a un nuevo refugio donde poder consumir alcohol a bajo coste, de forma tranquila y, entre otras ventajas, sin pasar frío: las instalaciones del Metro de Madrid. El suburbano, donde la Policía brilla por su ausencia, se ha convertido en el nuevo paraíso del botellón.
Cada fin de semana el Metro recibe a centenares de jóvenes que beben, bailan y gritan en andenes y vagones. Jaime, madrileño de 19 años, se declara asiduo al metro-botellón y habla de los elementos imprescindibles para poder participar en esta fiesta ambulante: vasos de plástico -"de tubo o mini"- hielos, alcohol y "la mezcla a elegir".
La mayoría de ellos se sirve el cubata ya a bordo, para evitar al personal de seguridad que suele estar situado en las entradas de las estaciones. Una forma de pasar las botellas al suburbano es "esconderlas en los bolsos de las chicas", cuenta Jaime, "aunque cuando pasas con las bolsas de plástico casi nunca te dicen nada". Aunque él ya tiene coartada: "Si te llaman la atención, les dices que vas a tu casa a beber y ya está".
El metro-botellón une los barrios periféricos de la capital con el centro, donde suelen estar "las zonas de marcha", dice otro joven, quien explica que "mucha gente se toma la última copa en el Metro para llegar fuerte a los garitos". Y aclara: "Para que no se te baje el pedo".
Líneas
La Línea 6 es una de las rutas favoritas de los jóvenes para consumir alcohol, principalmente por dos razones: la ausencia de cámaras de vigilancia en los vagones y la conexión con uno de los centros neurálgicos del botellón madrileño: Ciudad Universitaria.
A las 00:30, Jaime y unos amigos esperan en el andén de la parada universitaria la llegada del tren. Después de unas dos horas bebiendo en la calle han decidido que es hora de "moverse". Su próximo destino: Guzmán El Bueno, a sólo dos paradas de distancia en la circular.
Cinco minutos de viaje en los que da tiempo "a todo", señala Rubén, uno de los cinco jóvenes, quien explica que en los vagones del Metro comienza a "circular la bebida" a partir de medianoche. "Es cuando el tren se peta", dice otro de ellos.
Llega el convoy. En el interior del vehículo se respira un ambiente totalmente festivo. Un joven se postula como el Dj de a bordo y deleita a sus más allegados con "un temita" de un tal Carl Cox, ayudándose de su teléfono móvil. Dos chicas se ponen entonces a bailar mientras otra, que permanece sentada, aprovecha el trayecto para retocarse el maquillaje.
Los jóvenes justifican su actuación sin plantearse demasiados problemas: "Bajamos aquí porque fuera está prohibido", cuenta abiertamente Alberto, de 21 años. "Bueno, se supone que aquí tampoco se puede beber, pero por lo menos no vienen los munipas", matiza Aitor, un joven vasco que estudia en la capital y que afirma que "no habría botellón si las copas en los locales de ocio tuvieran un precio razonable". Un argumento mil veces repetido.
Cuando llegan a su destino, los jóvenes abandonan en tropel el suburbano madrileño con las manos vacías, dejando desparramados en éste los restos de la juerga subterránea: vasos por el suelo, botellas vacías, el agua de los hielos derretidos y bolsas de plástico en abundancia. Un regalito que tendrá que retirar el personal de limpieza a lo largo de toda la noche.
Prohibido beber en el Metro... pero se bebe
"Consumir alcohol en las instalaciones de Metro está terminantemente prohibido", afirma de forma contundente un portavoz del suburbano, quien asegura que el 'metro-botellón' se reduce a "casos puntuales". Cada fin de semana "se refuerza la seguridad en las estaciones cercanas a zonas de ocio para prevenir este tipo de conductas", reconoce.
El personal de seguridad de Metro sólo puede "invitar a los jóvenes que estén bebiendo a abandonar las instalaciones", continúa. "En caso de que éstos se nieguen, se procederá a avisar a la Policía", que sí tiene potestad para expulsarlos del recinto, denunciarlos y, si procediese, detenerlos. Aunque los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado "pueden bajar al suburbano siempre que quieran", aclara.
La misma fuente también insiste en que "está denegado el acceso con botellas de alcohol al Metro", por lo que los vigilantes de seguridad que controlan las entradas al recinto pueden "retener" a los jóvenes que porten bebidas espirituosas. Pero reconoce que "es imposible" parar a todos y que muchos de ellos "esconden" sus licores para pasar desapercibidos y luego poder consumir en los vagones.
Cada fin de semana son miles los jóvenes que utilizan la red de Metro para desplazarse hasta las zonas de moda o de marcha de la ciudad. Como ha podido comprobar M2, ver vagones repletos de jóvenes bebiendo por la noche es una escena habitual en las estaciones con 'parada' en áreas de 'botellón'.
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