Lo sabía”, esas son las dos palabras que repiten, que se repiten al hablar entre ellos, los compañeros de Juan Manuel Marchante en el Índico. Embarcar era, desde hace tiempo, una ruleta rusa a la que jugaban todos. “Lo sabía”. Y luego: “Podría haberme pasado a mí”.
“Yo podría ser la víctima –dicen, en conciencia amplia y anónima–. Pero a veces pienso que también podría haber sido el otro. Ya sabes, el otro”.
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