Cristian Andrés Patiño, de 18 años, pedía ayuda después de que un tren le amputase parte de sus piernas en LeganésBajó a la vía para coger piedras y lanzarlas al grupo con el que se peleaba tras una fiesta
«Papá, la he cagado». Es lo primero que le dijo a su progenitor desde su cama de la Unidad de Cuidados Intensivos, sabiendo lo que ocultaban las sábanas: su nuevo aspecto. Su pie derecho y su pierna izquierda, de rodilla para abajo, habían sido arrancados por siempre de su cuerpo. Así fue como reaccionó ayer Cristian Andrés Patiño Loja, de 18 años, cuando vio a Iván, su padre, al despertar de una larga intervención en el Hospital Doce de Octubre. Después de que un tren arrollara al joven a las siete de la mañana, Iván le replicó emocionado: «Lo importante es que estás vivo».
Los planes de la noche del sábado y la madrugada del domingo estaban muy claros. Cristian vería el partido del Real Madrid-Barcelona en un bar de Leganés con unos amigos. Después bailarían y beberían hasta el cierre de una de las discotecas latinas del municipio, ubicada en la plaza de toros La Cubierta. Con lo que no contaba este joven ecuatoriano es que un convoy le amputaría parte de sus dos piernas al final de la jornada.
Todo empezó a la salida de la discoteca de La Cubierta. Cristian y su grupo de amigos se adentraron en la cercana estación de Metrosur Casa del Reloj con algunas copas de más.
Los efectos etílicos
Tenían que hacer transbordo en la parada de Cercanías de Leganés Central. Allí, la línea C-5, en dirección Fuenlabrada, les llevaría hasta su casa. En el interior del vagón de Metrosur comenzó el alboroto entre la cuadrilla. Los efectos etílicos sacaron el lado más execrable de estos jóvenes, según informaron testigos. De hecho, explicaron, se tuvo que avisar a una pareja de vigilantes de seguridad para que pusiera orden.
Era en torno a las 6.40 de la mañana cuando el grupo de Cristian, incluido él, comenzó una trifulca con tres españoles y un colombiano en la estación de Leganés, según informó un testigo directo. Comenzaron los golpes y continuaron las pedradas. Al parecer, los grupos en pugna se armaron con las piedras que inundan las vías de ferrocarril ubicadas en la calle de Santa Rosa.
Cristian, embriagado por los efectos del alcohol, los nervios y la adrenalina de la refriega, bajó a la vía y se agachó para recoger su armamento. Pero el tren estaba a punto de entrar en el andén. No lo vio. No lo escuchó. El maquinista accionó el freno para evitar arrollarlo, pero la distancia de frenado alcanzó más de 200 metros, lo normal. La tragedia sobrevino al joven sin que pudiera reaccionar.
«¡Ayuda, no me dejéis morir!», gritaba después de que el convoy le seccionara completamente, como informó Emergencias 112, la pierna izquierda a la altura del tobillo y le aplastase y cortase la pierna derecha por debajo de la rodilla, a la altura de la tibia y el peroné.
«Han sido los del ascensor»
«Han sido los del ascensor», chillaba una chica que acompañaba a Cristian mientras se deshacía en llanto. Ricardo Gabriel, un ecuatoriano de 22 años, viajaba en el tren fatal y escuchó las palabras de la joven cuando bajó del mismo. Casualmente es vecino de Cristian, un compatriota al que conocía de ver por Fuenlabrada. «Me topé con el chico en la vía y escuché a la que parecía su novia y me abalancé hacia los culpables como loco. Estaban junto al ascensor con un montón de piedras. Cuando fui para ellos me pegaron. Vinieron más amigos a ayudarme», relata despidiendo olor a alcohol y con los pantalones blancos ensangrentados por el lisiado.
Según Ricardo, varios agentes de la Policía Nacional llegaron a la estación y los separaron. Los presuntos implicados en la trifulca fueron trasladados a la comisaría para prestar declaración. No hubo detenidos, informaron desde la Jefatura Superior de Policía, ya que el accidente se produjo por imprudencia del afectado.
Una UVI móvil del Summa estabilizó a Cristian y lo trasladó al Hospital Doce de Octubre en estado grave. Al cierre de esta edición su vida no corría peligro. La Policía Nacional continúa la investigación.
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