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lunes, 17 de agosto de 2009
Las ventas de alarmas se multiplican un mes después del asalto a Truvi
Un aumento de actividad del 15 por cien y la demanda de más tecnología, consecuencias de la psicosis creada
R.I.JORRO
Un mes y once días después del brutal asalto en Ferreries al chalé de los dueños de la jardinería Truvi, las ventas de dispositivos de seguridad para hogares y comercios se han disparado. Así lo admiten los instaladores de alarmas de Menorca, que aseguran que «han bandeado la crisis» en la que estaban inmersos con repuntes de la actividad de hasta el 15 por cien.
Lluís Moll, copropietario de JARC-Seguretat, explica que «ha habido mucho trabajo en chalés aislados y de personas de poder adquisitivo elevado después del robo de Truvi, aunque no exclusivamente por este motivo». Moll se refiere también a la propia crisis económica, que también ha suscitado temores en algunos vecinos y comerciantes de la Isla. «Se espera un aumento de la criminalidad en otoño por el incremento del paro: la gente ante todo tiene que comer», añade Moll.
Concretamente, tanto su empresa como otras han redoblado esfuerzos para «conectar antiguas alarmas de sirena a una central, instalar dispositivos de infrarrojos en jardines, detectores en ventanas, cámaras de vigilancia o cubrir alas de las casas que antes no estaban aseguradas». Es el caso de Intec-Seguretat, cuyo propietario explica que, en algún caso, ha recibido peticiones de blindar un dormitorio entero «con sensores de vibración en las paredes y pulsadores manuales antiatraco».
Tanto es así que alguna de estas firmas, como JARC, ya estudia una ampliación de personal para dar respuesta al aumento de demanda.
No lo evitaría
Con todo, los profesionales explican que hay que crearse expectativas adecuadas a la realidad. «Los dispositivos descritos no evitarían un robo como el de Truvi, aunque sí dan la seguridad de estar en contacto con alguien que vigila la casa», explica Lluís Moll.
En efecto, una central nodriza vela por el correcto uso de las sirenas y detectores instalados en los chalés. «Si ocurre algo, se persona un vigilante jurado en la casa», añade Antoni Anglada, de Intec. Sin embargo, el último grito en seguridad son los sensores infrarrojos en jardines -con alcance hasta 160 metros- y los mecanismos de custodia conectados por red GSM -la que usan los teléfonos móviles- por si los cacos cortan la línea telefónica de la casa.
Sea como fuere, la seguridad se ha democratizado. «En Menorca instalamos sistemas en pisos, casas o chalés, las más sencillas desde unos 300 euros», aclaran. En cuanto al cliente, desde JARC explican que «hay preeminencia de catalanes, vascos o extranjeros, estos últimos muy precavidos». Con todo, la psicosis postTruvi causa que los menorquines también apuesten ahora por estos sistemas.
El caso de Truvi y otros robos en urbanizaciones aisladas están causando inquietud entre algunos vecinos. Las empresas de seguridad de Menorca ya han sido sondeadas sobre la posibilidad de dotar de seguridad privada algunos núcleos, opción que requiere un permiso especial del Ministerio del Interior. Aunque estos dispositivos son inéditos en la balear menor, los expertos advierten de que en los próximos años se podrían popularizar. «Ha llegado a todo el mundo y también lo hará aquí». Por ello destacan que el sector de la seguridad privada es «un buen antídoto contra el paro», ya que la demanda de vigilantes jurados es cada vez más elevada. «Los tenemos que traer de fuera», se quejan
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